Perdonen la insistencia, pero no es culpa mía. Si aún no me han desterrado de esta atalaya mediática por mi falta de sustancia literaria será porque las altas instancias están ocupadas en otros menesteres. Así que, hasta nueva orden, les pido un poco de paciencia o que paseen sus ojos hacia arriba en esta misma página, que es donde se cuece el interés de verdad. Ahora bien, si persisten en la lectura de estas líneas, me veo en la obligación de transmitirles mi perplejidad por lo que está aconteciendo por estos lares. Verán, sin quererlo ni beberlo, oigo, escucho y paladeo todo tipo de informaciones sobre las soluciones de movilidad, tráfico y aparcamiento que se idean y proyectan para una ciudad como Vitoria desde hace años. Que si parkings alternativos, que si las macromanzanas peatonales, que si estacionamientos gratuitos, que si soterramientos utópicos de la circulación en América Latina, que si un hipotético BRT y las nuevas líneas del tranvía serán suficientes para encauzar el orgullo gasteiztarra y así hasta completar un sinfín de planes, propuestas, proyectos y polémicas. No piensen que soy un descreído, pero son ya muchos titulares a cuestas, quizás demasiados, y por desgracia, a más años, más desengaños.
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