En todo este asunto de la violación de una joven que el juez imputa a cinco tipos en los pasados Sanfermines cada noticia que va trascendiendo es más indignante y triste, y al mismo tiempo el caso es quizá sintomático de las fallas de las que el sistema institucional y la propia sociedad en su conjunto adolecen a la hora de prevenir y evitar estos delitos. No deja de ser significativo, por ejemplo, que el abogado de uno de los acusados se marcara en televisión una línea de defensa basada en el discurso de que a Sanfermines se va a “beber alcohol, ligar y mantener relaciones (...) Y, por la noche, todavía se ve muchísimo más, con la gente joven manteniendo relaciones absolutamente desinhibidas”. Tras esta afirmación como argumento, y admitiendo el derecho a una defensa de cualquier persona enfrentada a un proceso judicial, subyace -además de la culpabilización de la víctima- ese discurso del todo vale y todo se justifica bajo amparo de la fiesta que, a la postre, se incardina en un modo de entender las relaciones, cuando menos, desigual. Igual que resulta desalentador el hecho de que el juez haya imputado a cuatro de estos tipos otro ataque hace meses a una joven cordobesa y constatar que la joven no lo llegó a denunciar en su momento porque sufrió lapsus de memoria tras el suceso y nadie la creyó.
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