Vividores hay en todos los sitios. Álava o Vitoria no son una excepción. Aquí está extendido un modelo un tanto singular, el de aquel que para no hacer nada pero llevárselo crudo de las instituciones públicas recurre a la explotación sin medida del orgullo de pertenencia a la ciudad o a la provincia y su contraposición ante el ataque externo. Es decir, y por poner un ejemplo práctico, lo que hago es ensalzar Vitoria y si alguien me ataca no me está criticando a mí, está insultando a la ciudad y sus gentes. En este arte, el objetivo final es conseguir la subvención correspondiente que llegue para cubrirme el 100% de unos gastos que justifico de aquella manera, aunque es público y notorio que no pago ni al tato por dar unas conferencias, protagonizar un sarao o explotar un espacio. Eso sí, tengo que tener cuidado con dos aspectos fundamentales. El primero, hay que trabajarse los amigos en por lo menos dos o tres partidos políticos y algún medio de comunicación. El segundo, no debo estirar la cuerda demasiado si en algún caso se ponen las cosas feas con las administraciones porque si hoy tengo que cerrar este chiringuito, mañana puedo poner en marcha otro parecido. Eso sí, todo por el bien de Vitoria y Álava. Faltaría más.