johan Cruyff jugó en un abarrotado Mendizorroza, allá por el lejano 15 de febrero de 1978. La llegada del ya por entonces mito mundial del fútbol alborotó Vitoria hasta tal punto que hasta yo mismo, un chaval de apenas 11 años de edad, no dudé en conseguir mi primera entrada para presenciar un partido en vivo y en directo y estrenarme como aficionado. Se la pedí a mi tío Joseíto, que había ganado Copas de Europa como jugador del Real Madrid muchos años atrás y que en aquellos tiempos dirigía al Alavés. Yo había ido a ver algunos entrenamientos y hasta me hice amigo de algunos jugadores. “Y ese larguirucho con tantos rizos que juega tan bien quién es?”, le pregunté a mi tío. “Se llama Valdano y es argentino. Es todavía muy joven pero cuando se le terminen de hacer los huesos va a ser una gran figura”, me contó una noche mientras cenábamos en la mesa de la cocina de la casa de mis padres. Me regaló la entrada y me dispuse a traicionar al Baskonia, hasta ese momento el único equipo que contaba con mi devoción. Recuerdo que llovía, que marcamos un gol y que quedé aplastado contra las vallas en el tumulto de la celebración. Habíamos ganado al Barcelona de Cruyff y desde ese mismo instante supe que siempre sería del Alavés. Gracias Johan.