El absoluto fracaso de Pedro Sánchez en su intento de lograr la investidura como presidente del Gobierno español se fundamenta en un error básico, el de pretender que el resto de las formaciones -salvo el PP- fuera a apoyarla o permitirla con el único fin de que no gobernase Mariano Rajoy, en una simplificación obscena de la política. Ese error, además, ha llevado al secretario general del PSOE y con él a su partido (o viceversa), a una doble incongruencia. Por un lado, Sánchez se ha negado, al menos hasta ahora, a participar en una grösse koalition con el PP (y Ciudadanos) y Rajoy como presidente y, sin embargo, ha pretendido que ese triángulo PP-PSOE-Ciudadanos, en este caso con la abstención de los populares, sí sirviera para investirle a él presidente del gobierno. Por el otro lado, la incongruencia es, si cabe, más rotunda. Partiendo de que la gobernabilidad del Estado debe afrontar, ante todo, dos grandes problemas, el socioeconómico y el territorial, Sánchez ha firmado un pacto mucho más extenso que un acuerdo de legislatura con Ciudadanos, la formación cuyo modelo socioeconómico es opuesto al de Podemos e IU y cuyo modelo territorial está enfrentado al de los nacionalismos vasco y catalán, cuando la única combinación que hubiese permitido al PSOE configurar un gobierno estable que diese respuesta a los problemas socioeconómicos y territoriales -de acuerdo, además, con la tradición ideológica socialista- era la del apoyo de Podemos e IU y el apoyo o permisividad de los nacionalistas. Esa doble incongruencia llevaba implícita la imposibilidad de ser investido pero, aun si lo hubiese logrado, ¿cómo pretendía gobernar? ¿Acaso elevando a la máxima expresión la debilidad de la geometría variable de Zapatero... y sus consecuencias? Así que la pregunta es ¿qué ha pretendido Sánchez más allá de su personal protagonismo para quizá, solo quizá, reforzar su liderazgo en el PSOE, tan notoriamente cuestionado? Y, en ese caso, ¿no habría antepuesto Sánchez su interés personal o, siendo generosos, el de su partido al del país y los ciudadanos? ¿Podría aspirar entonces a presentarse como candidato en una repetición electoral? Hoy, como hace una semana, como el 21 de diciembre, Sánchez debe elegir entre C’s y PP o Podemos, IU y los nacionalistas. Es decir, el PSOE, como hace cuatro décadas, debe elegir qué modelo de Estado pretende y se necesita.