Ami madre solían fiarle en las tiendas. Me imagino que a las de muchos de ustedes también. Incluso se abrían cuentas -nada de corrientes, es un decir de antaño- para clientes y una abonaba lo debido a final de mes o en cualquier momento, cuando el pequeño o la pequeña bajaba a por el pan y págale lo del mes, que decía una madre. Ahora es diferente. Ahora las pequeñas tiendas no abundan, siendo generoso con la expresión. Ahora el paisaje comercial de Gasteiz, como el de otras ciudades, es de tejados de supermercados. Me resulta complicado comprender cómo puede mantenerse el pequeño comercio local en estas condiciones, y me apena sobremanera. Será que soy viejo y siempre me ha parecido más cercano -no diré más cómodo, ni más barato- adquirir la carne en la carnicería, el pescado en la pescadería o la fruta en la frutería; más cercano y también más sostenible, por utilizar una palabra íntimamente ligada a nuestra ciudad, porque si son ustedes habituales de grandes o medianas superficies (el minisúper del barrio no cuenta), sabrán de la cantidad de envases y plásticos que acaban en la basura. Que cada cual haga lo que le venga en gana, pero agradecería dejar de engañarnos: si queremos que sobreviva el pequeño comercio, está en nuestra mano lograrlo.