varios informes económicos publicados ayer -por el Servicio de Estudios del BBVA, el prestigioso Instituto de Investigación Económica de Munich o el economista vasco Antton Pérez de Calleja- coinciden en alertar sobre los riesgos que acechan a la economía española -y por extensión, a la vasca- como consecuencia de los graves desequilibrios estructurales y por la falta de voluntad de los gobernantes para afrontarlos con rigor y seriedad. No está mal que observadores autorizados de la actividad económica hagan oír su voz, y más en vísperas de una convocatoria electoral, ante la evidente falta de voluntad del partido gobernante -y de los otros tres que aspiran a hacerlo- de hablar en sus debates, entrevistas y actos electorales sobre la cuestión que más preocupa a los ciudadanos. En vez de hacerlo, el PP inunda sus intervenciones con ríos de datos que nada aclaran sobre los problemas reales y sus soluciones y los aspirantes repiten fórmulas para no tener que explicar en qué cambiaría la política económica del Estado en caso de que accedan al poder. Datos de desempleo escandalosos -por encima del 20%, especialmente entre los jóvenes y de larga duración- con una desprotección cada vez mayor; la incapacidad de generar empleo estable e indefinido; la falta de políticas industriales que pongan el foco en la innovación y la internacionalización; la incapacidad para adecuar el gasto público; el continuo incumplimiento de los objetivos de déficit; el recurso a la deuda pública contratada en el exterior; la escasa solvencia del sistema bancario o la extrema debilidad de la mayor parte de las empresas -descapitalizadas, endeudadas y en pérdidas- quedan ocultos tras los discursos demagógicos. Se olvidan los factores externos que permiten el crecimiento de la economía -como el endeudamiento cada vez mayor, el descenso del precio del petróleo, la depreciación del euro o los préstamos del BCE- y son muchos los riesgos que acechan, muchos de ellos propios y no achacables a terceros. No estaría mal que, entre tanto discurso grandilocuente y optimista, los candidatos dejaran de lado los eslóganes efectistas, se tomaran un tiempo para decir la verdad sobre la economía española y explicaran a los electores qué medidas van a adoptar para hacer frente a los problemas estructurales.