aun si las encuestas en torno a las elecciones deben analizarse desde la prudencia y hasta la prevención cuando se pretende interpretar de ellas algo más que tendencias, la presentada ayer por el Centre d’Estudis d’Opinió de la Generalitat sobre la intención de voto de los catalanes muestra una realidad: Catalunya sí se mueve y lo hace de modo inversamente proporcional al inmovilismo o el involucionismo que le opone el Estado o, en este momento, Mariano Rajoy. Dicho de otra forma, el presidente del Gobierno español puede usar en beneficio electoral propio el contencioso de las aspiraciones de autogobierno de Catalunya y obtener réditos en la mayor parte del Estado, tanto por ocultar los problemas reales -el paro, la economía, la corrupción, la disolución del Estado del Bienestar o el recorte de derechos- como por arrogarse ante el sector de la derecha social el papel de adalid de la unidad de España. Pero, en contraposición, no hace sino abonar el crecimiento del sentimiento soberanista entre los catalanes. Los porcentajes son claros: de junio a octubre -con el 27-S por medio-, los catalanes que desean un Estado independiente han crecido 3,8 puntos, mientras que los contrarios son un 2,2% menos. Y la diferencia entre el no a la independencia (47,8%) y el sí (46,7%) ha caído seis puntos en cuatro meses. Más aún, la mayoría soberanista en el Parlament, según la encuesta, se vería incrementada entre 4 y 6 escaños merced al mantenimiento de Junts pel Sí y el crecimiento de las CUP, mientras que las fuerzas del bipartidismo español -PSC y PP- siguen cayendo y Ciutadans no se mueve. Y en porcentaje de votos, el independentismo que suman JxS y la CUP alcanzaría el 50,9% frente al 47,8% que obtuvo en el 27-S. Respecto a la elección del modo de relación entre Catalunya y España, el 41,1% opta por un Estado catalán independiente y el 22,2% por un Estado catalán dentro de una España federal (es decir, quienes exigen un Estado propio suman el 73,3%), frente al 27,4% que opta por la autonomía actual y el 3,7% que preferiría ser una región de España. El modo Rajoy de afrontar el problema de inserción de Catalunya en el Estado español -es decir, ignorándolo o reprimiéndolo- no apunta hacia una solución sino, al contrario, a la cada vez más nítida exigencia de ruptura por la sociedad catalana, más allá de que el PP gane o no las elecciones del 20-D.
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