El departamento de Seguridad del Gobierno Vasco presentó recientemente ante el Consejo de la Ertzain-tza, donde se dan cita los sindicatos policiales, el Plan contra el islamismo radical mediante el que va a adaptar su protocolo antiterrorista a la nueva situación derivada del fin de la actividad armada de ETA y la nueva amenaza del terrorismo de carácter islamista. Con este paso, la Policía vasca no hace sino adecuar su estrategia a la coyuntura presente, en línea con lo que están haciendo también el resto de policías europeas. De hecho, la base del plan, que contempla cinco niveles de riesgo, se basa en cuatro pilares o ejes de actuación ya recogidos en las directivas europeas. El objetivo es ofrecer una respuesta “global, integral y proporcionada”. En cualquier caso, la nueva estrategia del departamento de Seguridad del Gobierno Vasco es un paso insoslayable ante la naturaleza del terrorismo que se pretende combatir y que ha demostrado que puede actuar en cualquier momento y lugar. Pese a que hasta ahora no se han registrado en Euskadi episodios atribuibles a esta tipología terrorista, en absoluto se puede concluir que el territorio está libre de su amenaza. Su naturaleza obliga a una estrategia de alerta permanente, vigilancia en origen para detectar la evolución de los posibles elementos involucrados en circuitos islamistas y la colaboración policial para compartir información que contribuya a conjurar el peligro. El punto de partida de esta nueva era antiterrorista de la Ertzaintza va a venir determinado por el diagnóstico actualizado sobre la realidad de la comunidad musulmana en Euskadi, unas 50.000 personas, y que no hay que confundir con los elementos, si es que existen, susceptibles de moverse en circuitos yihadistas y, por lo tanto, de necesaria vigilancia, evitando caer en situaciones injustas que hace no tanto se denunciaban en Euskadi por la interesada asociación que en demasiadas ocasiones han buscado mezclar a ETA y los vascos. La islamofobia es un peligro real. Pero no hay que engañarse. El plan de la Ertzaintza, como el del resto de las policías, no es sino un parche de seguridad incapaz de acabar con el fenómeno, porque su solución exige medidas de dimensión internacional. Y hasta la fecha, Occidente no ha demostrado ninguna habilidad en gestionar este asunto. Ha actuado como un pirómano y ahora no sabe cómo apagar el fuego.