Si hay una conclusión del Barómetro del CIS publicado ayer que no pueda ser corregida en los próximos meses es que en las elecciones generales de final de año puede ocurrir casi cualquier cosa. Y no es mucho decir. Pero esa incertidumbre se refleja perfectamente en los resultados históricos que se conocieron ayer, con el PSOE por primera vez en democracia relegado a condición de tercer partido en estimación de voto, Podemos catapultado a segunda fuerza -y, por tanto, a alternativa de Gobierno y a menos de cuatro puntos del PP- y el bipartidismo saltando por los aires. La fotografía que ofrece el CIS quizá explica, desde otro ángulo, el desconcierto que parece reinar en las filas socialistas. Un partido acostumbrado a ocupar el Gobierno o, en su defecto, a liderar la oposición, aparece ahora relegado al papel de bisagra -que puede no ser baladí en un escenario que apunta a un Congreso sin mayorías absolutas y en el que las alianzas pueden ser claves para llegar a La Moncloa- con un 22,2% de los votos estimados. Hay una evidente lucha por el liderazgo de la izquierda en la que Pedro Sánchez parece haber decidido -tras la crisis interna de la cena secreta de Pablo Iglesias y José Luis Rodríguez Zapatero- apuntalar la imagen institucional de su formación, con el acuerdo antiterrorista y ayer la oferta de pacto de Estado en Educación, que traslade la idea de que el PSOE sigue siendo ese partido de Gobierno y no el aspirante al segundo puesto. Su rival Podemos, sin embargo, ha tenido hasta ahora todo el viento en popa. La formación de Iglesias cumplió un año hace apenas un mes y hoy se sitúa ya en la intención de voto del CIS en disposición de asaltar la primera posición. Podemos afirmaba ayer que puede ganar las elecciones, pero pedía prudencia. Porque quedan meses por delante y, sobre todo, dos citas electorales -las andaluzas y las municipales- que van a comenzar a ponerles a prueba en política de pactos y gestión. A esa factura se encomiendan también PSOE y PP. Un PP que se esconde bajo los problemas socialistas, pero que está muy lejos de remontar. En octubre, achacó sus malos datos -17 puntos por debajo de las generales de 2011, en su peor nivel desde los años 80- al influjo de la operación Púnica y las tarjetas opacas; pero su intención de voto sigue igual y su Gobierno suspende estrepitosamente. Casi todo puede ocurrir.