ya que no nos ha tocado la lotería -al menos a mí aunque enhorabuena a los que sí- nos consolaremos con las agallas del juez Castro, al parecer convencido de que Cristina de Borbón es de algún modo culpable de sus andanzas junto a su maridito Iñaki Urdangarin. 2,6 millones de fianza, que seguramente abonará de inmediato la pobre infanta -quizá sin equivocarse esta vez de número de cuenta- y hasta cuatro años de cárcel no está del todo mal teniendo en cuenta los argumentos de sus defensores, incluido Horrach al que incomprensiblemente siguen llamando fiscal. La doctrina Botín no toca que aún hay clases y hoy por hoy los que mandan son los bancos y no las familias de alcurnia por muy reales que sean. Una princesa en el banquillo de los acusados no es un ejemplo baldío para los que aún confiamos en que quizá llegue un día en que los tramposos poderosos paguen sus culpas en mayor medida que el vulgo, ése al que los primeros llevan años torturando por haber “vivido por encima de sus posibilidades”. En fin, que no ha sido un día tan malo después de todo a pesar del absurdo gasto en décimos y participaciones en el que, indefectiblemente, volveremos a incurrir el año próximo. Que no sea por falta de ilusión y fe... también en la justicia.