al final, la tecnología japonesa va a desvirtuar hasta nuestro sentido de la vergüenza. Hacer un ejercicio sincero de transparencia no es tan fácil como parece. Los políticos hacen periódicamente grandilocuentes propósitos -la web municipal de Vitoria, sin ir más lejos, está en ello, mientras la Diputación no sabe ni de qué hablamos- pero algunos se mueren de risa en su fuero interno y otros se lo creen hasta que se ven obligados a hacer filigranas retóricas en una rueda de prensa para echar balones al tejado del adversario electoral. Los frikis asamblearios, a su vez, son furibundos propagandistas de la transparencia hasta que tienen que elegir a su petit comité. Y hasta los ciudadanos de bien que, con aire solemne, exigen transparencia a los políticos, se aplican el cuento hasta que se encuentran con un compromiso en la calle Dato y tienen que mantener la pose. La contra de DNA contaba ayer que un grupo de científicos japoneses ha creado un ratón totalmente transparente -quitando el pelaje y la membrana de la piel y decolorando la sangre- para estudiar enfermedades en sus órganos sin la necesidad de diseccionar al roedor. Un detalle para el animal. Pero los representantes de la cosa pública andan moscas, no sea que el experimento pueda tener otras traslaciones.
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