desde hace décadas, es recurrente motivo de conversación el escudriñar con mis amigos y conocidos el potencial del Baskonia que a todos nos apasiona y de un tiempo a esta parte a cada vez más de nosotros nos decepciona. La mayoría, la edad no perdona, seguimos al equipo desde la época de Mendizorroza cuando apenas nos reuníamos 1.500 en el polideportivo -3.000 los días grandes- para ver muchas veces perder y algunas ganar a nuestro equipo. Eran los tiempos de Cambronero, Luquero, Davalillo, Ortega, Querejeta, Garaialde, unos imberbes Laso y Zárate, Junguitu, Cuadra, De la Fuente, Sautu, Brizuela, Segurola, el malogrado Juanma Conde... y muchos más que no me caben en esta columna. También eran nuestros héroes por entonces Hollis, Micheaux, White, Jeelani, McPherson... y hasta el tosco Clarida nos gustaba. Eran Baskonias de pueblo hasta la llegada de Querejeta a la presidencia y el crecimiento exponencial durante dos décadas hacia la élite europea. Se cambió de pabellón, gozábamos de los mejores jugadores y entrenadores, llegaron los títulos, todo era subir y subir. Hasta que hace unos años el castillo se empezó a desmoronar. Ahora echamos de menos hasta a aquellos esforzados pioneros. No recordamos un equipo que nos transmitiera tan poco como el actual.
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