el octavo año de crisis económica y de su impacto social está reduciendo el debate de la gestión de los recursos públicos a la categoría del eslogan. Se confronta el discurso del recorte del gasto público con el mantenimiento del subsidio social, como si ambas variables fueran capaces de retroalimentarse por sí solas o de eludir el efecto que sobre ambas tiene la propia realidad económica de la acción pública, con su impacto en términos de recaudación y, en consecuencia, de disponibilidad de recursos. Pero en ese debate de sesgo fácil irrumpe con valor propio la capacidad de las sociedades de afrontar un futuro diferente a la deriva de sus actuales circunstancias con un cambio de paradigma a través de la apuesta por la innovación. Una auditoría realizada por expertos de la Comisión Europea a las estrategias y dotaciones económicas del Estado español en Investigación, Desarrollo e Innovación (I+D+i) ofrece conclusiones significativas que hablan de la baja calidad de la misma y de la necesaria dotación de recursos adicionales. Esta apuesta por un rediseño de la estructura socioeconómica del futuro implica abandonar modelos y hábitos estancados en sectores de valor añadido bajo y exige, por el contrario, creer en las posibilidades de regeneración social y económica basándose en la formación y la investigación. En el caso vasco, el escenario es mejor en tanto que la apuesta sostenida por la I+D+i viene siendo reforzada con un horizonte de equiparación con los estándares europeos. De hecho, mientras la media de la Unión Europea habla de una inversión del 2,02% del PIB en el sector de la innovación, Euskadi se ha situado este año 2014 en un 2,12%, muy por encima del 1,3% del Estado español, pero aún distante de los referentes punteros que son los países nórdicos y su 3,5% o Alemania, en el entorno del 3%. La apuesta por destinar recursos públicos a incentivar ese escenario y por aplicar medidas fiscales que lo refuercen en el ámbito de las empresas son mecanismos que han demostrado su capacidad de propiciar rendimientos positivos. Sin embargo, hay una recomendación adicional que debe acompañar el esfuerzo: la eficiencia. No basta con dedicar recursos, sino que es preciso un control de calidad de los resultados de ese esfuerzo con evaluaciones de calidad y de rendimiento.