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Mesa de Redacción Lavandera, por Julio Iturri

cuenta una anécdota apócrifa que un colegio religioso del barrio madrileño de Salamanca recibió en una ocasión el aviso de que cierta mandataria de la villa iba a visitar el Belén que habían montado con esmero las alumnas. Unas horas antes, un asesor de protocolo se adelantó a supervisar todo y, tras confesarse maravillado por las figuritas, comentó distendidamente que sólo faltaba la típica lavandera. Las madres anfitrionas, aturdidas, se lo tomaron en serio y corrieron a subsanarlo. Y para cuando llegó su Excelentísima, se encontró con un precioso Belén y, a modo de faldón alrededor de la mesa, lucía ya una gran bandera rojigualda que no dejara lugar a dudas sobre la adscripción del colegio. No pude evitar recordarlo cuando ayer regresé a Vitoria y, de sorpresa y sopetón, sin saber a qué venía, me topé una gran bandera con todos los sacramentos simbólicos: esa aspa cuyo origen evoca a un estandarte de los tercios de Flandes o a la cruzada carlista, plantada frente a esa Catedral de María Inmaculada inaugurada en pleno desarrollismo y con motivo de la festividad de Santiago Matamoros, a modo desafiante ante los estigmatizados magrebíes. Sólo falta que para La Blanca Carlos Urquijo se sume a la ocurrencia con la rojigualda, para que no falte ni la lavandera.