Caben muchos debates, quizá más bien pronósticos, sobre el futuro que espera a formaciones de novedoso y fulgurante cuño como Podemos, si son flor de un día o tienen terreno abonado por delante para consolidarse. Hay argumentos clásicos en los análisis político-electorales sobre que los comicios europeos sirven al electorado como vía de escape para dar rienda suelta con más soltura a su enfado con las siglas consolidadas, en forma de voto de castigo que viaja a otras formaciones con menos lastre del pasado. Aunque, quizá, no habría que desdeñar un impacto más amplio y presente en el ámbito político español que el éxito de movimientos o formaciones de este estilo no ha creado en exclusiva, pero sí alentado. Porque, siendo honestos, hace no tanto, incluso con las plazas llenas de indignados, resultaba más bien complicado imaginar un proceso de participación de la militancia como el que está viviendo el PSOE en estos momentos para designar a su próximo secretario general; o que IU estudie celebrar primarias abiertas para las próximas elecciones generales, tal y como ayer planteó Cayo Lara. Seguramente en estos pasos hay mucho de hacer de la necesidad virtud, en la medida que tanto PSOE como IU fueron en los pasados comicios europeos los dos principales damnificados del auge de discursos como el de Podemos. Pero, aunque así fuera, eso implicaría que ambas formaciones están tomando nota del mensaje de parte de su electorado potencial o del espectro socio-político que en algún momento podría votarles, lo que no es nada desdeñable. Estos gestos y pasos pueden ser, en definitiva, movimientos interesantes de cara a una necesaria modernización y democratización interna de los partidos políticos que, a la postre, no solo les acercarían a sus propios militantes, sino a toda la sociedad. Gestos y pasos más o menos significativos en los que, efectivamente, a veces se percibe menos convencimiento que pragmatismo. A fin de cuentas, no hay que perder de vista que el PSOE se embarcó casi in extremis en una elección abierta a la militancia de su secretario general, virando los planes iniciales de Ferraz tras el órdago lanzado por uno de los ya aspirantes oficiales al timón socialista, Eduardo Madina. Prueba de que la decisión no debió de ser muy mala es que unos 80.000 militantes socialistas han participado en esta fase del proceso.