pocas tardes ha tenido el Deportivo Alavés en su historia como la que vivió, sufrió y glorificó el sábado en Jaén, donde la familia albiazul -los jugadores que saltaron al césped, pero también la afición que le acompañó y los miles de alavesistas que tuvieron el corazón en un puño a 800 kilómetros- volvió a demostrar que el Glorioso es un equipo abonado a la épica de la derrota pero que no se rinde nunca. Tras varios meses en el filo de la navaja, asomado al abismo del pozo de Segunda B y bajo la amenaza de volver a un oscuro futuro, la milagrosa victoria de Jaén no sólo le sirvió al equipo para salvarse, sino también para revitalizar y reinvidicar el orgullo albiazul. La ilusión de los aficionados alavesistas lo merecían. Sin embargo, la catarsis conlleva la autocrítica tras una temporada que en lo deportivo ha transcurrido a trancas y barrancas y en la parte de la gestión empresarial no ha terminado de responder a las expectativas creadas. El 31 de marzo de 2011, la portada de DIARIO DE NOTICIAS DE ÁLAVA anunciaba a toda plana y en exclusiva el desembarco de Josean Querejeta en el Alavés con el respaldo institucional y el aval financiero de la entonces Caja Vital. Eran tiempos dulces para el Baskonia -incrustado entre la media docena de los mejores equipos de baloncesto de Europa y sustentado en un modelo empresarial que se tenía por modélico- y, por ende, prometedores para un Deportivo Alavés que salía de la UCI, saneaba sus cuentas y con aspiraciones de preparar un proyecto para volver a Primera en un tiempo relativamente breve. Hoy, los cimientos de aquellas torres de cristal se asientan en arenas movedizas. El modelo de gestión empieza a tambalearse y tanto la élite europea como el horizonte de un próximo ascenso están muy lejos del imaginario baskonista o alavesista, respectivamente. El Alavés se ha salvado con una nueva gesta que alimenta el corazón albiazul, es verdad. Pero ha dejado atrás una aciaga temporada con una errática dirección técnica y política de fichajes, un baile de entrenadores sometidos a vaivenes extradeportivos y el olvido -y hasta el desdén- de la cantera y el fútbol base, tristes episodios incluidos. El Alavés debe ahora responder al reto de su resurgir, consciente de que Vitoria ha puesto en él su esperanza y su gran ilusión.