Las circunstancias adversas, el limitado calendario, la falta de previsión y la ausencia de acuerdos provocaron ayer una doble convocatoria para los euskaltzales, principalmente para los vizcaínos. La Fiesta de la escuela pública vasca y el Ibilaldia -ambas citas tradicionales obligadas para los defensores del ámbito de la educación en euskera y de la cultura vasca en general- coincidieron ayer en la misma jornada y en el mismo territorio, Bizkaia. Es obvio que a ninguno de los organizadores de estos eventos les gustaba esa coincidencia, más allá de polémicas sobre quién había escogido antes la fecha de celebración y los motivos de la elección y de los cambios de jornada. Es evidente, también, que la doble convocatoria tenía el problema de que restaba asistentes a cada una de las fiestas que se celebraban en Balmaseda y Gernika, habida cuenta de que pocas personas podrían desplazarse a los dos lugares para participar en ambas. Descontado este hecho, y a los meros efectos de los objetivos perseguidos, puede decirse que el reto fue superado con nota, con afluencia de decenas de miles de personas. Es más, esa doble convocatoria no solo no restó asistentes, sino que, al contrario, sumó esfuerzos. Porque, contrariamente a lo que algunos han buscado resaltar durante las últimas semanas a cuenta de la polémica por esa doble convocatoria, no existe contradicción o confrontación entre la defensa de la educación pública y la que ofrece la concertada, en este caso las ikastolas, fuertemente enraizadas en la sociedad vasca y que son la opción de decenas de miles de padres y madres. Un ejemplo claro de ello es la ikastola organizadora del Ibilaldia de ayer, Seber Altube, nacida hace casi 50 años en pleno franquismo. No se podría entender la situación actual de la educación en Euskadi y del euskera sin el concurso de estos centros, surgidos de la iniciativa popular, en cooperación con el sistema público. Ambos sistemas son complementarios y necesarios. Entre las muchas coincidencias en las imágenes y mensajes de ayer tanto de la fiesta de la escuela pública como del Ibilaldia estaba, sin duda, el rechazo al unísono de la Lomce impulsada por el ministro José Ignacio Wert, una postura compartida que, como la defensa del euskera y del modelo educativo vasco, necesitan de cooperación y suma de fuerzas y no de competencia y confrontación.