hace tiempo que el discurso político torpedea la riqueza del diccionario español. En su afán por camuflar mentiras, llaman recesión a la crisis y externalización a la privatización. Los brotes verdes sólo auguran más años de penurias, la reforma laboral, despido libre y una reestructuración de plantilla significa que te vas a la p. calle. Ya no hay huelgas, sí jornadas de paro; ni emigrantes, únicamente jóvenes en busca de un futuro. Redistribuir los recursos equivale a recortar, por supuesto en pro de un necesario equilibrio presupuestario, dicen. Vamos, meter tijera. Y si te piden arrimar el hombro, date por j. porque vas a pagar más impuestos -lo llaman congelación. Así que, cuando alguien en sus filas la picia, no le echan, se va por motivos personales, pero sin dimitir, que es pecado en tierra de Don Quijote. La explicación a este cese temporal de la convivencia suele ser que este verso suelto -que no traidor- ha quebrado la confianza del partido. Pero, por mucho empeño que le pongan, la contabilidad B no deja de ser dinero negro; los pagos en diferido, sobornos; los imputados, sospechosos y los escraches, un boicot en toda regla. "Me parece a mí que no vamos a entendernos", que diría el señor Cayo de Miguel Delibes.
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