AL parecer, Felipe González ha tenido una revelación mariana -qué caprichosamente puñetero puede ser el lenguaje- y se ha pronunciado como decidido defensor de las listas abiertas. Dice el expresidente que le parece fetén lo de las primarias abiertas de su partido. Sin cuestionar la mayor -por ahora al menos-, la pregunta inmediata puede ser cómo casa ese aperturismo y esa aparente democratización de la vida interna de un partido, en la que Ferraz vende que se ha embarcado, con el magnífico ejercicio de galeras que ha desplegado Pere Navarro con sus tres parlamentarios díscolos. Quizá unas listas abiertas habrían aclarado bastante más el panorama en el grupo parlamentario del PSC, quizá unas listas abiertas darían carta de naturaleza a un voto en conciencia al que por estas latitudes no estamos acostumbrados porque, aunque el escaño pertenezca nominalmente al cargo electo, no es menos cierto que ese señor/a ha sido colocado en un puesto concreto de la lista por el partido y por eso que denominamos aparato. Así que puede que la caída del caballo de Felipe González -con doble tirabuzón carpado y mortal hacia delante, que es muy fácil ponerse aperturista y progre cuando uno lo hace desde su condición de jubilado de lujo- no sea ninguna tontería, que nos ahorraría esperpentos como ponernos a clamar por una votación secreta de un representante público para que algún parlamentario se salte sin consecuencias la disciplina de partido en votaciones especialmente delicadas. Veremos qué pasa con la reforma de la ley del aborto.
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