DESPUÉS de tantos desahucios decretados y azotes del desempleo, del cierre de cientos de pequeñas y grandes empresas, de miles de familias de clase media en riesgo de exclusión o de personas dependientes y sus cuidadores caídos en el olvido por los recortes públicos, parecía que el fatídico año 13 no podía despedirse sin dar un nuevo zarpazo al filo de las campanadas. Cuarenta familias del populoso y popular barrio de Trintxerpe en Pasai San Pedro se han quedado literalmente en la calle tras el sobrecogedor incendio que en Nochevieja devastó su bloque de viviendas. Es el drama de unas familias que, ante unas instituciones impotentes y unas compañías de seguros que les auguran una tortuosa pelea de cláusulas y papeleo, se han quedado sin otro amparo que la red de solidaridad que rápidamente han tejido sus vecinos. "Mi hija vuelve al cole el martes y en casa de mi suegra no podemos seguir. Estos días duermo en el suelo. Necesitamos un techo, una solución", exclamaba entre lágrimas el pasaitarra Francisco Ventosa, que pone cara y ojos a esta crisis, pues bien podía estar hablando un desahuciado o un parado. Esas gentes han perdido su casa, y con ella todos esos objetos que se atesoran en un hogar entre estanterías y fondos de armarios, entre viejas fotos y libros, de insignificante valor material pero que encierran toda la carga emocional de la memoria familiar. Las tecnologías de la información y los sofisticados sistemas de seguridad no piensan en estas cosas y las casas obreras siguen siendo vulnerables ante una simple gamberrada con una bengala.