suelen ser los últimos en una fila de escolares que salen de excursión. Van como despistados, fijándose por la calle en pequeños detalles para ellos significativos y que al resto le pasan absolutamente desapercibidos. Quizás sean algo más lentos. Quizás lleven gafotas, tengan algo de sobrepeso o las piernas demasiado largas. Quizás arrastren una ligera torpeza psicomotriz o es que quizás sean, sin saberlo, bastante más inteligentes o creativos que el resto. Quizás el gregarismo les aburre o prefieren ir pensando en sus cosas. Son como los números primos de Paolo Giordano, esos chicos o chicas que, por alguna variopinta razón, son singulares o los raros del grupo. El resto se dedica a competir, a darse codazos en la pole position y a correr para superar a sus rivales o lograr una buena marca. Medio centenar de empresas alavesas participan esta tarde en la décima edición de una carrera popular y singular que recorrerá 5 kilómetros por las calles del centro de Gasteiz. Pero, a diferencia de otras competiciones, aquí no vale de nada ser más rápido y dejar atrás al resto, cumplir ambiciosos objetivos o lucir una buena cuenta de resultados. Lo que cuenta es el tiempo que hace todo el grupo, que no puede disgregarse y debe llegar a meta unido, lo que convierte al último de la fila en el verdaderamente importante del equipo. Es una carrera que prima el compañerismo, el colegueo, el buen humor y el apoyo mutuo para que nadie se quede descolgado. Y, si me permiten la metáfora, es por eso también un homenaje a esos raros que siempre van los últimos.
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