GASTEIZ cuenta las horas para que la alegría, o la diversión, o lo que ustedes quieran baje del cielo. Lo cierto es que coincidiendo con la bajada del aldeano de Zalduondo el centro de Gasteiz estalla y sus gentes se desinhiben durante unos días. Parece que, por unos días, hay barra libre. Pero no sólo de alcohol.
Desgraciadamente en la retina tenemos todavía las lamentables imágenes de decenas de chacales (porque eso no son ni jóvenes, ni hombres, ni chicos) arrancando la ropa a tiras a varias mujeres, acorralando a sus presas y lanzándose a una brutal orgía de manos en busca del cuerpo de las mismas. Fue en sanfermines, sí. Pero no se retrasó el txupinazo por eso. Tampoco ha habido una junta de portavoces extraordinaria y urgente si no para condenar, cuanto menos para rechazar o, simplemente, criticar esos comportamientos machistas inaceptables.
Al contrario, lo que nos hemos encontrado han sido a políticos de dudoso corte moral quitando hierro al asunto, a la prensa conservadora y de régimen vendernos las instantáneas como "momentos de alegre diversión". E incluso a buena parte de ese sector social progre, justificando los actos de los chacales bajo el débil discurso del "ellas sabían donde se metían".
Tras los sanfermines han llegado las fiestas de Baiona y desgraciadamente se han repetido las denuncias por violaciones, y agresiones sexuales. Sin obviar que en muchos casos, como los mencionados de Iruñea, ni siquiera media denuncia alguna. Lo cierto es que, por desgracia, estas situaciones ponen de manifiesto que nos encontramos todavía muy lejos de vivir en una sociedad concienciada en la igualdad, en el respeto a la mujer y en el hecho de que ellas son dueñas de sus cuerpos y de su sexualidad, para mostrarlos a quienes quieran y disfrutarlos como deseen y hasta donde decidan, en libertad, sin que nadie vea en ello una provocación o una invitación al abuso y a la agresión.
Aquí no vale excusarse, ni justificarlo todo con "el ambiente festivo". ¿Se imaginan a la policía de cualquier país aprovechando la irrupción de las femen ucranianas en cualquier acto público para meterles mano? O mejor aún... ¿creen que si un hombre más o menos agraciado se pusiera desnudo en mitad de la plaza del Ayuntamiento irían las mujeres de su alrededor a tocar nada? Seguro que no. Y eso no es sino la constatación de una cultura de cosificiación de la mujer. De dominación hetero-patriarcal. De la subyugación del 50% de la población bajo el dominio de la otra mitad, de la normativización de una forma de vivir la sexualidad y de unos roles sexuales muy concretos. Hombres que se creen con el derecho de apropiarse y utilizar el cuerpo de la mujer. Y eso es simplemente inaceptable.
Ni la fiesta, ni el alcohol pueden ser la excusa. Cuando una mujer dice no es no y cuando dice basta es que se acabó la fiesta. No hay dobles lecturas, no disimula, no es que diga no con la boca pequeña.
Las fiestas son momentos de deshinibición, de diversión, de relacionarnos con nuestros y nuestras vecinas, de disfrutar, y de ligar, ¿por qué no? Los unos con las otras, las otras con las unas o ellos todos juntos, pero siempre desde el respeto.
Con blusa o sin ella, gasteiztarras y visitantes tenemos una obligación: respetar al otro y, sobre todo, a la otra durante los próximos días. Ni en Gasteiz ni en ningún otro sitio. Ni en fiestas ni ningún otro día. Eraso matxistarik ez. Errespetua eta askatasuna.