Han leído bien la palabra, digo colusión, no colisión. Vaya por delante que cualquier medida que evite un solo desahucio me resulta oportuna, necesaria y urgente. Pero en muchos casos la solución pasa por la ética personal propia de la inactividad, es decir, del no hacer, más efectivo y rápido que el hacer. Lo mejor que se puede hacer en bastantes casos es no hacer nada y espero que muchos profesionales lo sepan entender.
¿Es necesario una reunión de expertos de PP y PSOE para regular la dación en pago o para poner límites a los desahucios? Díganlo claro, lo que es necesario es una reunión de expertos para ver el alcance y cómo se compensan los efectos que las medidas producirán en las entidades bancarias y en la repercusión sobre el conjunto de la sociedad.
La realidad hoy es que nos encontramos en presencia de un auténtico monopolio inmobiliario dirigido por las entidades bancarias, bien directamente o financieramente, y cualquier medida conllevará que se les tenga que efectuar la correspondiente compensación de rentabilidad con cargo a las arcas públicas que creo hay que cuestionar.
Es hora de modificar las relaciones con las entidades financieras exigiéndoles comportamientos y no puros artificios o maquillajes contables como las provisiones para acomodar el valor de sus inmuebles o la creación del banco malo.
Les animo a que pongan en su buscador de Internet Ley de Defensa de la Competencia y lean como mínimo sus dos primeros artículos. No hay que ser jurista para entenderlos. En caso contrario bastaría con buscar el significado de colusión.
Quizás a los gobiernos habría que exigirles, además de que modifiquen la ley hipotecaria, apliquen -y sobre todo no infrinjan- normas contra conductas colusorias y contra el abuso de posiciones dominantes en las que están pudiendo incurrir las entidades bancarias.
Es hora también de que quienes alardean desde los gobiernos de defensa de la Constitución en otros ámbitos actúen, ante la inexistencia de iniciativa privada, llevando a cabo promociones de viviendas realmente sociales para su venta o alquiler, exigiendo a los bancos su correlativo aporte financiero, de tal forma que su destino sea una realidad incentivadora de la economía con el fin de que no haya desahucios, o que si los hay lo sean con solución y sin colusión.
Sobre los desahucios creo que está todo dicho, y porque ya no hay otras palabras ha aparecido la muerte, ante la que me revelo aportando una nueva con la que poder seguir en la búsqueda de un quid pro quo con las entidades financieras.