se celebraban en Vitoria elecciones municipales. Y se presentaron en el Instituto público que hacía de colegio electoral una tresena de frailes corazonistas dispuestos a estrenar su derecho al voto. Hasta ahí todo normal. El incidente vino cuando Alberto Martínez de Aragón, perito agrícola del Ayuntamiento, socio del Deportivo Alavés y representante republicano en la mesa electoral, les impidió ejercer el sufragio. Y es que los clérigos pretendían suplantar a otros compañeros que ya no residían en la congregación y el funcionario -uno de los tres hijos del ilustre diputado liberal don Domingo Martínez de Aragón convertidos al republicanismo- tuvo que explicarles por qué no podían. Los religiosos le mirarían perplejos, pensando para sus adentros así como "¡pero si en Vitoria siempre ha sido así!". La anécdota que cuenta desde París el vitoriano exiliado Miguel Peciña Anitua viene a reflejar lo que supuso en esta ciudad aquel 14 de abril de hace hoy 80 años. Los efluvios de libertad irrumpieron también en esta respetable capital de provincias, a la sazón de hondo arraigo monárquico y carlista, de monjas y militares, que pronto se contagió de la "epidemia republicana", como cuenta el profesor Santiago de Pablo en el reportaje conmemorativo que publica hoy DNA. Y no es historia. Es un testimonio vivo de que las cosas pueden cambiar incluso en Vitoria, aunque sea en algo tan trivial como que durante un tiempo las fuerzas vivas de la ciudad no pudieran trampear la democracia ni evitar que las cosas siempre fueran así.
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