Estoy comprobando, por lo que se está viendo estos primeros días desde que entró en vigor la ley del tabaco, que los bares que dicen tener pérdidas ya tenían problemas con su negocio antes de la ley y, por el contrario, los que tenían una buena clientela, la han mantenido, e incluso aumentado, y están satisfechos con la normativa.

Tal parece que esta ley sirve para algunos de cortina para esconder miserias y falta de aptitudes para dar un servicio de restauración de calidad. Por otro lado, la mayoría de los camareros están encantados con que se respete su salud, y por desempeñar ahora sus tareas en un ambiente limpio y respirable, un ambiente digno que no roza la esclavitud.

Y han vuelto a estos locales los buenos olores de los platos que se cocinan en ellos, y que el olor rancio del tabaco los tapaba.

Esta ley es un paso imposible de volver hacia atrás en un estado de derecho, pues ya se ha demostrado que el tabaco es nocivo para la salud, y la sociedad, en su mayoría, ha asumido eso en estos días. Por ello se puede calificar a las asociaciones de insumisos (muy minoritarias por cierto) como grupos con muy poco talante democrático, muchas veces animados y mal asesorados por la industria tabacalera.