HACE unos días, el presidente Rodríguez Zapatero manifestaba que sólo su mujer y otra persona ligada al PSOE conocían si iba a encabezar el cartel electoral de las elecciones generales de 2012. Mientras, Mariano Rajoy pedía en diversos ámbitos el adelanto de las elecciones. Entendía el líder de la oposición que la figura del presidente estaba acabada y amortizada desde que la crisis económica comenzó a mostrar su verdadero alcance. La falta de medidas en el principio de la recesión y la constante improvisación de las mismas, posteriormente, han debilitado tanto la figura del presidente que las últimas encuestas colocan a la derecha al borde de la mayoría absoluta. No se trata de que la derecha haya aumentado sus votantes o que su líder haya contactado con la mayoría de la sociedad, sino que una parte muy importante del electorado que apoyó al PSOE en el último proceso electoral seguramente se abstendrá de votar.

Pero no es sólo el partido de la calle Génova y el coro mediático que lo acompaña quienes están demandado nuevas elecciones, sino también otras organizaciones sociales que tienen una presencia real y constatable en el conjunto de la sociedad. Por esta razón, cuando Rajoy en el Congreso de los Diputados pedía encarecidamente la convocatoria de elecciones, Zapatero con vehemencia y apasionamiento defendía que él iba a tomar todas las decisiones que fuesen necesarias para hacer frente a la crisis, costase lo que costase y al precio que fuese. Seguramente, en su interior está convencido de que las medidas tomadas y exigidas por los organismos internacionales le exigen dar estos pasos y no quiere pasar a la historia como un dirigente que no supo ni quiso tomarlas. Prefiere perder las elecciones.

En los círculos de la izquierda se critica que las reformas de Zapatero sólo han afectado o afectarán al mercado de trabajo, al sistema de pensiones y a la negociación colectiva. Reformas que provocan un amplio rechazo social. Se le achaca que está haciendo el trabajo sucio y poniendo en bandeja de plata el acceso al poder del PP.

Pero el previsible acceso del PP al Gobierno se ve con recelo desde diferentes agentes políticos. La experiencia del segundo mandato de Jose María Aznar lo corroboraría. En junio de 2002 se llevó a cabo una huelga general, mientras el entonces presidente culpabilizaba a las personas en paro de su situación. El seguimiento de la huelga por TVE dio lugar a la primera condena por manipulación informativa de un medio público en España a raíz de la denuncia presentada por CCOO. En 2003 Aznar declaró en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que en Irak existían armas de destrucción masiva y, aunque ocho millones de personas manifestaban su oposición frontal a la participación de las tropas en la guerra, el entonces inquilino de la Moncloa las enviaba. Por último, horas después del atentado del 11-M Aznar llamó personalmente a los directores de los principales periódicos para transmitirles su absoluto convencimiento de que ETA era la autora de la masacre.

También en el plano social la derecha tiene una clara intención en su actuación. Subyace la idea, poco disimulada, de desmontar el Estado de Bienestar Social. Se alegan criterios de eficiencia y rentabilidad para sustituir la gestión pública por la privada, cuando en el fondo se quiere convertir lo público en algo residual o marginal, de manera que el sector privado pueda entrar de lleno en temas tan sensibles como la sanidad y las pensiones.

Rajoy espera agazapado a que Zapatero se vea obligado a convocar elecciones anticipadas y de esta manera poder gobernar un período, que vistos los antecedentes históricos, como mínimo será de dos legislaturas. Ocho años para que quienes han tenido una responsabilidad importante en la crisis puedan de nuevo recuperar su posición a costa de quienes la están sufriendo o van a empezar a sufrirla durante todo el año 2011.

Pero vistas las medidas de Zapatero, que no parecen ser tan distintas de las que pudiera en su caso tomar el PP, la pregunta que surge es si ¿es conveniente adelantar las elecciones o, por el contrario, hay que ganar tiempo para que la izquierda se reorganice?

La respuesta está, por un lado, en esa enorme bolsa de ciudadanos que seguramente engloban en estos momentos la abstención y que estarían dispuestos a apoyar a las opciones de izquierda si sus programas y acciones fuesen en esa línea. Ciudadanos que consideran que un Estado cuyo objetivo primordial sea buscar el bienestar de todos, con independencia de su condición social o recursos económicos, debe ser protegido frente a los embates del capitalismo. De otro lado, aquellas organizaciones y personas que durante muchos años han luchado por la consecución de derechos que hoy en día todos tenemos e incluso vemos tan normales. Y, por último, la juventud, que con su rebeldía ha hecho en muchas ocasiones que la sociedad no estuviese parada o adormecida por el miedo o el conservadurismo que nos atenaza a veces con los años.

En estos tres pilares puede descansar una parte importante de la posibilidad de que las cosas, poco a poco, puedan cambiar. Por este motivo es necesario que la izquierda real vuelva a ocupar el sitio que le pertenece y que tantos frutos ha dado. Si así es, será en beneficio de todos y no de unos pocos.

las cocinas, despensas y laboratorios de los partidos políticos están en marcha para las próximas elecciones municipales con recetas y propuestas para elaborar el mejor menú: menú degustación, menú del día, a la carta o menú vegetariano. Algunos han sido apartados de la mesa, pero el resto se afana en la labor de ensayo entre bastidores. No es momento de hacer menús de catering, que sólo sirven para la elecciones generales allá en la villa y corte; ahora toca hacer la comida de casa y para casa.

Los chefs que se presentan como candidatos a alcalde lucen sus mejores vestimentas y sonrisas y, como jefes de laboratorio, mezclan salud y consumo con promoción económica y planificación estratégica; función pública y tecnologías de información; intervención social y deportes; relaciones ciudadanas y medio ambiente y sostenibilidad; mantenimiento de edificios municipales y urbanismo e infraestructuras con seguridad ciudadana y hacienda. Hay de todo en la despensa; lo difícil y arriesgado es sacar a la mesa el plato más exquisito, de mejor calidad y que agrade a los invitados al convite. Aquellos platos por los que merezca la pena apostar.

Los tres grandes chefs -Lazcoz, Maroto y Urtaran- van a presentarnos sus menús y deberemos optar en su carta. En ella, debemos fijarnos en los precios y las propuestas serias que lanzan a los invitados. Hay cocineros que adornan el plato con colores destacados y elementos sui generis, pero al paladear deja mucho que desear. Otros llenan el plato de alimentos más bien a batalla, sin ningún orden ni concierto. Prueba de ello es si miran hacia atrás se fijarán en las cantidades ingentes de dinero que se han desperdiciado por no acertar en el plato. Otras veces se han lanzado a empresas y propuestas sin contar con alimentos adecuados y se ha quedado todo en agua de borrajas. La Estación Intermodal, el Palacio de la Música, el soterramiento del tren, la reordenación hospitalaria de Txagorritxu y Santiago, Kronos, el plan Alhóndiga... muchos primeros platos pero con poca sal y pimienta para sacarlos adelante.

Cuando leemos encuestas de Madrid, el partido que presenta a Lazcoz está bajando muchos enteros y en cambio aquí se mantiene por los pelos; por el contrario, el partido que presenta a Maroto allá en la villa y corte está subiendo sin parar, mientras que aquí se está perdiendo en las tinieblas y gases de la cocina.

¿Qué cocinero puede hacernos las delicias y darnos el capricho que todos esperamos? Pues el que hace una cocina de aquí, de casa y para casa. Ese que apuesta no por grandes obras faraónicas, sino por el día a día y por que Vitoria-Gasteiz sea lo que en pura lógica debe alcanzar. La cocina que presenta en el convite es menú sencillo pero en los dos idiomas -castellano y euskera- porque el cocinero se olvida de la villa y corte. Para que Vitoria-Gasteiz pueda saborearlo.