Probablemente son muchos los que, como yo, salen de nuestros hospitales con la sensación agradecida de haber sido tratado por el mejor de los equipos. Mi experiencia de estos días no es una casualidad; es reflejo de décadas de trabajo y dedicación de miles de profesionales. Un sistema sanitario público que ha crecido hasta situarse en niveles de vanguardia, que mantiene una atención sanitaria universal de la máxima calidad con una carga presupuestaria mínima. Y, cómo no, con todos los claros y oscuros, con numerosos problemas y limitaciones.

Cuando uno piensa en las pruebas y tratamientos que ha recibido, valora el privilegio pero, al mismo tiempo, se preocupa por la fragilidad de un sistema al que le quieren hincar el diente capitales privados demasiado interesados en el aspecto financiero. Las veleidades recientes de algunos gobiernos autonómicos en sus políticas sanitarias agudizan esta inquietud.

Desde que entré por la puerta de urgencias del Hospital de Santiago de Vitoria hasta que salí al cabo de tres días he sido atendido por unos 20 profesionales. Puedo decir que prácticamente todos me han ofrecido un magnífico trato profesional y humano. Quiero insistir en la empatía y eficacia del personal pero además he contado con todos los medios diagnósticos necesarios y he tenido acceso a una intervención de urgencia justo el 31 de diciembre. Nos hemos acostumbrado a considerarlo normal pero no cabe duda de que es un milagro en este entorno de tiburones financieros que ya dirigen sin recato los designios de nuestros gobiernos.

En el nombre de la crisis, un mantra sagrado que oculta las caras de los actores pero no sus intenciones, ya nos han empezado a recortar los recursos de un sistema de protección social que apenas había llegado a la edad adulta. Me preocupa ver cómo proliferan las críticas globales, para nada constructivas, que denigran sin medida los sistemas públicos sin tener en cuenta que es lo único que tenemos los mortales de a pie.

Un recuerdo para Esteban y familia, una excelente compañía. No habría estado mejor en una habitación privada y con todos los lujos que pretendan pero siempre solitaria.

Gracias a Osakidetza.