Que la reforma de las pensiones y del sistema laboral es una necesidad no lo duda nadie, como tampoco se duda de la necesaria reforma del sistema educativo, judicial o energético. Pero hay un problema de fondo sistemáticamente soslayado por los políticos en sus propuestas, marcadas por el corto plazo y el oportunismo político. Porque la gran reforma que nadie parece tener interés en abordar tiene una raíz moral que afecta al conjunto de la sociedad. Hablamos de la recuperación del tejido de valores que nacen de la cultura cristiana, que coloca en el centro la dignidad sagrada del hombre y sus derechos fundamentales. Es por ello que si no se tiene la raíz moral, las reformas que se proponen no dejarán de ser simples parches a una crisis que nace de una ceguera de la razón para lo que es esencial, si falta un gran movimiento espiritual y cultural para recuperar el sentido de lo humano que nos permita reconocer como sociedad lo que es bueno y verdadero es difícil legislar con fundamento. Ésa es una gran tarea de todos para el año que acabamos de estrenar.