Llegar a Tindouf de noche y en el ambiente ya se respira un clima desértico. Los 4x4 que nos recogen a los cooperantes que no somos muchos en esta expedición (¿será por la situación que se está viviendo con el Sáhara Occidental?) tienen más de 50 años y están reutilizados. La sensación al subir al Land Rover es increíble, parece que retrocedo en el tiempo, que vuelvo a otra época. (...) Por otro lado, las carreteras que llegan hasta los campamentos están hechas simplemente para facilitar de alguna manera el camino, justo para no tener que andar directamente sobre la arena. Aunque en ocasiones, ni siquiera eso ya que entre algunos campamentos no hay ni pavimento, solo arena y piedra. No hay señales de tráfico ni marcas en la carretera, la dirección hay que intuirla (aunque los saharauis la conocen a la perfección). Todo está oscuro en el camino, no se ven luces por ningún lado. (...) Al tiempo, empiezan a intuirse pequeñas casas de adobe y alguna especie de tiendas de campaña que me supongo serán las haimas (casa de tela tradicional del pueblo saharaui). Al lado de cada haima también se ven pequeños cercos de alambre que me comunican que son donde retienen las ovejas y las cabras y que, cada familia, posee una (las familias con más recursos tienen además algún camello). Todo es del mismo color, no hay nada que destaque sobre otra cosa. Parece como si la misma tierra se hubiera ido dando forma hasta crear lo que hoy es un campamento. Al llegar la mañana compruebo lo visto la noche anterior, sigue siendo el mismo paisaje pero con luz solar: casas de adobe y junto a ellas una especie de corrales donde están los animales. El paisaje del campamento es árido y de un solo color. Denota calor, sequía y pocos recursos para afrontar el día a día.

Por lo que yo me pregunto: ¿cómo se puede desarrollar o cómo desarrolla esta gente la fisioterapia en un lugar donde todavía está por construir lo más básico?, ¿acaso se le puede dar la misma importancia aquí a esta disciplina como se la damos en nuestro país? o ¿quedará como algo secundario dadas las carencias básicas que presentan?

La escuela donde voy a trabajar, escuela de educación especial donde se trabaja con niños con retraso mental, síndrome de Down y niños con necesidades educativas especiales, a primera vista, me hace reflexionar una vez más. Son habitáculos alrededor de un patio central al aire libre. La idea es buena, tienen: aula de costura, de carpintería, de fisioterapia y psicomotricidad, dos aulas de estudio, aula de reuniones, un baño y un plato de ducha. Pero a pesar de esto, las aulas están prácticamente vacías, solo unos pocos juguetes y unos colchones en el suelo que es donde se sientan los niños. Un continente austero con un contenido exiguo. El aula donde llevan a cabo la labor de fisioterapia está poco provista de material para trabajar en este ámbito. Una vez vista la escuela, aparte de lo que he comentado desde el punto de vista de la infraestructura, también veo una falta de algo mucho más importante que lo material. La falta de formación de la persona encargada del área de fisioterapia, una mujer. Mujer con mucha voluntad pero sin ningún tipo de formación, casi ni la más básica.

Es impactante para mí conocer lo que hay detrás de una mujer vestida con melfa (tela tradicional colorida de una sola pieza que utilizan como vestido todas las mujeres saharauis a partir de la adolescencia). Es una mujer todoterreno, como los coches que conducen aquí. La mujer saharaui lo es todo dentro de esta sociedad y esto incluye: la educación de los hijos, la alimentación de la familia, la limpieza de la haima, atender a los maridos, la organización de la dayra (Ayuntamiento), etc. Por lo que, ¿se le puede dar más importancia a la preparación laboral de las mujeres del Sáhara que al mantenimiento de una familia, llevando ellas el peso de toda la haima?

Aun habiendo una mejor infraestructura de la escuela y una mayor disposición de material, no hay gente para poder llevar a cabo esta tarea (ya hemos mencionado que los hombres están a otras cosas) y, en el mejor de los casos, las mujeres que de buena voluntad quieren ayudar a estos niños con problemas deben llevarse a sus hijos más pequeños a la escuela porque no hay nadie que pueda hacerse cargo de ellos mientras ellas trabajan.

A pesar de todas estas dificultades, estas mujeres acuden todos los días a la escuela a trabajar y a mí, como profesional de la fisioterapia, no me parece que mi labor sea dar clases magistrales de formación sobre mi profesión que, seguramente, no la encuentren de ningún modo práctica. Sino, ayudarles en sus necesidades más prioritarias y facilitarles con sus recursos la labor que desempeñan día a día. Y, a lo mejor, algún día, podremos ir más allá y plantearles una fisioterapia más sofisticada.