Las revistas del corazón tenían un contenido erótico enorme, apabullante, llamémosle culométrico. Los niños y niñas de ESO se inclinaban por la lectura de La Cabaña de Tío Tom Taina, que ya alcanzaba su 40ª edición, mientras se preparaba su versión televisiva en La Uno, desplazando de la mejor franja horaria a Cuéntame con una bajada espectacular de audiencia tras la entrada de sus protagonistas en un geriátrico.
En el país de Zapatero la población mayor de 65 años sería del 65% dentro de 65 años, y esto era digno de triple meditación. Aunque algunos creían que había que pasar la tijera por los presupuestos de Educación para incrementar las asistencias a los mayores, yo opinaba que esa Educación, que se llevaba una gran parte de la tarta, debía seguir sin recortes, y más cuando por una u otra causa chicas y chicos en edad escolar seguían despachándose con comentarios de texto como éste: "Pasado Alimpio, de Federico García Ahorca".
Mientras las grandes ciudades, los grandes núcleos urbanos (para los cuales la Real Academia iba a aprobar la acepción de "aglomeratorios") crecían a costa de las poblaciones rurales, las franjas costeras crecían a costa de cargarse el litoral. Sí, pero, ¿qué decía el Evangelio Mundial de los Derechos Humanos al respecto? Decía que en cuanto el Bien tiene la menor distracción, el Mal se percata, paga acomodos, busca coartadas, se fortalece. Por eso añado yo, llevando las aguas a otro molino, que nuestro negocio de venta de carros de combate hispanos (famosos CCH) no tenía expectativa alguna de quebrar.
Si Zapatero siempre acudía a las reuniones de expertos en Alianza de Civilizaciones con una sonrisa de oreja a oreja, era evidente que su talante cambiaba en otros foros internacionales. ¿Por qué, señor mío, las conferencias sobre el clima se iniciaban siempre en un clima de pesimismo?
En la sociedad occidental la vida espiritual, la paz interior, estaba como jubilada por el consumo y apaleada por las rebajas; en otras palabras, hacía falta llegar a la jubilación, al enfriamiento del consumo familiar, para empezar a percibirla de nuevo. No sé si don Quijote, que todo lo ha dicho en este idioma, aseveró alguna vez: "En asunto de faldas, Sancho, hay que estar a las duras y a las inmaduras". Pero sé que don Quijote, ávido lector de innumerables libros de caballerías, no ignoraba que el ciudadano que recibe tanta información desordenada acaba por disponer de un cerebro lleno de mierda -brusquedad con la que se explayaba mi admirado Ramón de España al referirse al universo de ficción de Barry Gifford, creador de Perdita Durango-.
En amor y en seducción lo importante era marcar la pauta, marcar tendencias, llevar la iniciativa; por eso Alicia había abierto una librería en la capi con el nombre comercial Ateme (Ahora todo el mundo escribe).