LAS imágenes que en abril de 2003 impactaron al mundo no dejaban lugar a dudas: carros de combate norteamericanos que vigilaban el centro de Bagdad dirigieron lentamente su torreta hacia lo alto de un hotel y abrieron fuego. Los disparos mataron a dos periodistas, el cámara de Telecinco José Couso y el reportero de la agencia Reuters Taras Protsyuk. Se trataba de un ataque a todas luces injustificado, desproporcionado y criminal contra la prensa, que intentaba ejercer su papel en la precaria medida que una sangrienta guerra lo permite. Era la prueba palpable de que los contendientes no quieren incómodos testigos. La Administración norteamericana liderada, con su habitual estilo belicista y autosuficiente, por George W. Bush pretendió desentenderse del asunto y no inició ni permitió investigación alguna sobre lo sucedido, limitándose a responder que los soldados creían que su blanco eran francotiradores. Los hechos y los testigos, sin embargo, apuntaron a que las tropas conocían perfectamente que el hotel Palestina era el lugar de alojamiento de la prensa internacional. Tras siete largos años de intentos infructuosos, el juez de la Audiencia Nacional Santiago Pedraz acaba de dar un paso que puede resultar histórico al ordenar la busca y captura y la posterior extradición de los tres marines presuntamente responsables de la muerte del cámara de televisión español. El juez se ampara en la decisión del Tribunal Supremo de anular el sobreseimiento del caso Couso y establece como principio que es penalmente imputable la denominada estrategia bélica de impacto y pavor; es decir, actos militares contra personas y bienes protegidos en caso de conflicto armado. Algunos magistrados agoreros se apresuraron ayer a dudar de que EEUU vaya a cooperar en la investigación, aunque cabe esperar que la nueva política de Barack Obama -que ayer mismo confirmó que las misiones de combate estadounidenses en Irak acabarán este mes- den como resultado una colaboración leal con la Justicia. No obstante, la dificultad de la empresa no le resta valor a valiente paso dado por el juez Pedraz para evitar que crímenes contra la humanidad queden impunes cuando sus autores son los vencedores, en terminología de Chomsy.