Una manera de racionalizar algunos comportamientos inadecuados es mediante la intelectualización. Un ejemplo de ello es lo que hacen algunas personas aludiendo que la corrida de toros es arte, cultura y tradición. También existen estereotipos falsos respecto al toro, tales como: el toro no sufre porque es bravo; tiene que morir así porque ha vivido bien toda la vida, y otras expresiones poco o nada razonables.
No ve quien no quiere ver. La tortura ni es arte ni es cultura. El toro siente y sufre como cualquier ser vivo y, si no, que se lo pregunten a él. Claro, no sabe hablar, de lo contrario les diría, si es que le queda un halo de aliento, si duele una espada atravesando pulmón, estómago y lo que encuentre a su paso. Pero no sólo eso, se siente desorientado, acorralado y sin opción de escape. Desgraciadamente, de todos los animales que hay en la plaza muere el más noble. No existe ningún argumento que justifique maltratar innecesariamente a los animales. Hay referencias de que la naturaleza animal es un sujeto de derecho, cuya novedad reside en que esta categoría sólo ha pertenecido a personas jurídicas, es decir, al ser humano. Resulta paradójico que el único ser vivo que viola, maltrata y tortura intencionadamente y por diversión sea la especie humana. No es cuestión de puritanismo. Tal como cita Kaplan, no necesitamos una nueva moral, sólo tenemos que dejar de excluir de la moral existente a animales de manera aleatoria y sin razón aparente. O, como declaró Carl Sagan, científico de la NASA: "Es indecoroso de nuestra parte insistir que sólo los humanos sufren si nosotros mismos nos portamos de una manera tan indiferente frente a los demás animales".