En alguna otra ocasión he hablado sobre la forma en la que el nuevo Gobierno Vasco está afrontando los tres grandes problemas que se encontró al llegar: la crisis económica, la crispación política y el terrorismo de ETA. Pero no hay buen gobierno que deba conformarse con gestionar la cotidianeidad. En ese sentido, el Gobierno Vasco, con su lehendakari a la cabeza, viene presentando una agenda de profundas reformas para la construcción de la Euskadi del futuro, de la Euskadi de ciudadanos libres, solidaria, sostenible y competitiva. Reformas que pasan por impulsar políticas de pedagogía democrática, de concienciación social y de libertad cultural. Reformas que hay que inventar en la Sanidad y en las políticas sociales para garantizar la sostenibilidad del Estado del Bienestar. Reformas en los modos de vida o de transporte y en una Administración que se come casi la mitad del presupuesto del Gobierno en gastos de personal. Reformas que hagan que se perciban como ineludibles los incrementos de la inversión en educación, investigación, desarrollo, innovación e internacionalización.

Esta es la hoja de ruta que ha trazado el nuevo Gobierno. Este es el marco. Y también en él han de encajar todas las medidas de ajuste coyuntural que debemos tomar para rebajar el déficit, también en Euskadi. Aunque estemos mejor que en el resto de España y que en otras zonas de Europa, tenemos que ahorrar y hacer cambios y reformas para sostener lo que hemos construido y garantizar progreso y bienestar para el futuro.

Desde el análisis de nuestra situación propia, debemos abordar una serie de medidas y reformas que nos sirvan no sólo para hacer frente a la crisis, sino también para hacer algunas de las transformaciones y de los cambios necesarios para modernizar el país, mejorar nuestro posicionamiento, apoyar a los que más lo necesitan, garantizar la sostenibilidad de nuestros servicios públicos y alumbrar un futuro de progreso y bienestar para la sociedad vasca.

Precisamente hace unos días tuvimos la ocasión de hablar sobre esas medidas de ajuste en el Parlamento Vasco. Y en mi opinión, el lehendakari insertó las medidas coyunturales en el marco de las reformas estructurales a las que me refería.

Porque la voluntad de mantener los servicios sociales esenciales sin merma de derechos o la de impulsar acuerdos para una reforma fiscal progresiva y para luchar contra el fraude fiscal (escandaloso, por cierto), son medidas que nos llevan hacia una Euskadi más solidaria.

Porque el anuncio de reducción del gasto el capítulo de personal y de ajuste y reordenación de plantillas y de reducción del gasto corriente, junto a la búsqueda de la reducción de las duplicidades entre administraciones, son medidas nos enfilan hacia una Euskadi más sostenible. Y porque el compromiso para mantener las partidas de inversiones aprobadas en el actual presupuesto y para priorizar los destinos de los recursos extraordinarios hacia las políticas más de futuro, son medidas que nos dirigen hacia una Euskadi más competitiva.

Aunque las más de 130.000 personas que están en el paro sí estén viviendo un drama, Euskadi y la sociedad vasca tienen potencialidades para construir un futuro de esperanza. Ahora bien, sí que estamos ante un reto. Estamos ante el momento de decidir qué queremos ser de mayores. Es el momento de abordar las reformas necesarias para mejorar. Si no somos capaces de hacer este esfuerzo, el sufrimiento de quienes han sido atacados por la crisis no habrá servido para nada y nada habremos aprendido de esta situación.

Así pues, estamos cumpliendo con nuestra obligación de aprovechar la situación de crisis para poner las bases de una sociedad más moderna y sostenible. Porque imaginar la sociedad del futuro y poner medidas para caminar hacia ella es el verdadero reto de cualquier gobierno. Máxime si este Gobierno es progresista.