Lo que tiempo atrás parecía cosa de maledicentes del barrio de San Martín, que señalaban a Gregorio Rojo como figura abonada a una mesa de un conocido local en la que asomaba el cuello de una botella de Moët-Chandon, no son tales porque el gusto por lo exquisito sigue, aún en tiempos de crisis, presente en la primera autoridad de Caja Vital, sin discreción y con su corte de aduladores, en su afrancesamiento empecinado al incorporar a modo de aperitivo un torrente de burbujas. Sí, Moët de aperitivo. Visto con mis incrédulos ojos hace dos semanas.
No me agradezca la sugerencia de la abstinencia. Seguramente, los que soportan hipotecas asfixiantes, los viejos socialistas, la gente discreta de su partido, la ciudadanía en general, verían con buenos ojos que no adoptara actitudes de urogallo en celo, ni aparentara ser lo que no es. Resulta ridículo en un socialista socialmente comprometido verle pavonearse como un Luis XIV cualquiera.