la polémica está servida. Un colegio madrileño ha decidido denegar a una chica musulmana el acceso a las clases con velo. El centro se aferra a sus estatutos, que al parecer prohíben a los alumnos permanecer en clase con gorras, sombreros o cualquier otra prenda que les tape la cabeza. Por su parte, la joven Najwa y su entorno exijen respeto a sus creencias y acusan al colegio de discriminación. El Gobierno, por mediación del ministro Gabilondo, ya ha expresado su opinión: el colegio debería permitir a la niña acudir a clase con velo. Y la presidenta de Madrid Esperanza Aguirre se decanta porque prevalezcan los estatutos del colegio. Aparte de esta discrepancia, que seguramente responde más a criterios partidistas que a otra cosa, lo del velo requiere una reflexión más profunda. Porque cada vez son más los inmigrantes y la convivencia de distintas culturas y los conflictos aparecerán salvo que se tomen medidas de antemano. Yo creo que en este caso tienen más razón los que abogan por la supremacía de las reglas establecidas con carácter general, o sea, que si ningún chico tiene derecho a acudir a clase con gorra tampoco Najwa pueda utilizar el velo. En realidad, es el mismo precepto que se aplica en cualquier país, musulmán o no: donde fueres haz lo que vieres. Cuando uno quiere entrar en una mezquita ha de descalzarse por mucho que su costumbre sea permanecer calzado. Y las mujeres no se mezclan con los hombres. Y, por supuesto, mejor ir vestidas con notable recato. Por respeto, arguyen. Pues eso.