lazcoz pincha. Con ello no quiero decir que el alcalde esté descuidando su afeitado. Simplemente padece un boquete por donde se le escapa toda la fuerza (¿o debería decir promesas?) mientras la acción de gobierno pierde velocidad hasta dar una imagen de completo estancamiento. Como buen empleado de la Michelin, mi padre ha sabido transmitirme uno de los mejores conocimientos para desenvolverse en la carretera y por extensión en la vida: la técnica de arreglo de un pinchazo. Vale para una bicicleta y vale también, por qué no, para Patxi Lazcoz. Primero localizamos la fuga y procedemos a limpiar el neumático con un elemento abrasivo hasta dejarlo impoluto. En el caso del ejecutivo socialista, las fugas son varias. Tiene un equipo de gobierno donde no hay término medio: unos parecen estar todavía adaptándose al cargo, mientras otros van tan sobrados que caen en toda suerte de equivocaciones. La mejor prueba de su eficacia gestora es que ninguno ha sido fichado para el ejecutivo de Patxi López. Hace falta pasar lija del 8 en este gabinete y el tiempo apremia, que se escapa el pelotón. A continuación, con el neumático ya limpio, aplicamos la solución adhesiva. En política a esto se le llama proyecto de ciudad, algo que dinamiza y da cohesión a la acción de gobierno. Al hoy alcalde primero le conocimos un masterplan, luego un programa electoral, luego un programa de gobierno y por último un remedo de plan estratégico, todo bajo la tutela del gurú José Manuel Farto, sin que la ciudadanía haya llegado a enterarse de qué es lo que quieren los socialistas para Vitoria-Gasteiz. No basta con coger cuatro marcas -llámense Kronos, Alhóndiga o Renove- y venderlas a marchamartillo. Falta pegamento.
Dejamos secar un rato la solución adhesiva y acto seguido aplicamos el parche. Haga lo que haga Lazcoz, su único recurso a estas alturas es el parche. Se supone que en los dos primeros años de una legislatura se siembra y en los dos últimos se recogen los frutos. Lo que le ha pasado al alcalde es que no se sabe muy bien donde cayó la mayor parte de la semilla y, perdidas las lechugas, pretende improvisar con unas berzas.
Hinchamos la rueda, comprobamos que el parche ha adherido bien, lo montamos todo y vuelta a la carretera. Una vez pinchado, no tiene ningún sentido caer en la autoconmiseración, imaginar complots o reaccionar airadamente. Hay que mover el culete. Lazcoz ha tenido la carretera limpia: un clima político relativamente tranquilo (los sainetes de Maroto no deberían afectar a un gobernante hecho y derecho), apoyos en proyectos estratégicos, facilidades para sacar adelante los presupuestos... Pero llegó el pinchazo y limitarse a negarlo dificulta el pedaleo y representa un serio riesgo de accidente. Sobre todo cuando todavía falta año y medio para cambiar la rueda.
Javier Jara
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