EL Euzkadi Buru Batzar del PNV analizará en su reunión de hoy el traído y llevado decálogo que Lehendakaritza le remitió el pasado martes como base para intentar avanzar en acuerdos en temas fundamentales, básicamente en todo lo relacionado con las medidas necesarias para salir de la crisis económica. Sin entrar en profundidades, jeltzales y socialistas escenifican una sokatira que en este tema comienza rozar niveles preocupantes. No hay que olvidar que la reunión que originó el famoso decálogo ya vino precedida de una viva polémica entre ambos. Es difícil culpar en exclusiva de estos desencuentros a uno u otro, pero resulta inevitable recordar que quien tiene responsabilidades de gobierno es uno y, por ello, a quien cabe exigir un plus de compromiso con el interés público es, también, a ese uno. Dicho esto, fue una provocación innecesaria -además de injusta- embarrar el encuentro del 29 de enero con alusiones a anteriores Ejecutivos en materia antiterrorista; igual que fue una falta de tacto superflua filtrar ese guión de trabajo a la prensa antes de hacerlo llegar al PNV. Ni uno ni otro tienen ahora interés en soltar la soga, así que probablemente las amenazas y ultimátums que se vienen cruzando quedarán en amagos más o menos airados. Pero es palmario que la gestión que Lehendakaritza está haciendo de eso que Patxi López pretendió que fuera el inicio de la "institucionalización" de sus relaciones con el primer partido de la oposición no es la mejor, por lo menos no es la mejor para la ciudadanía. Iñigo Urkullu se quejaba el sábado de que, tras cruzarse sendas propuestas de temas a debatir en la reunión de enero, el decálogo que el martes llegó a Sabin Etxea repetía "palabra por palabra" lo que proponía el lehendakari. Lejos de poner paños calientes, José Antonio Pastor utilizaba precisamente ese argumento casi al mismo tiempo -reafirmando la mayor, curiosamente- para reprochar al PNV su enfado por haberse desayunado el decálogo en cuestión en la prensa y reclamar una respuesta. Con estos filamentos tan débiles, y sin siquiera haber entrado en el meollo del debate, el problema puede acabar siendo que aunque uno y otro no suelten la soga, ésta se acabe rompiendo.