En casa estamos todos en un sinvivir porque el abuelo dice que quiere morirse. Y para demostrarlo con hechos, no come, no bebe y ni siquiera le da por ver el programa este de la Belén Esteban. Después de varios días de mutismo, confiesa la razón de esta actitud tan autolesiva: quiere morirse porque considera que ya lo ha visto todo.

Mi abuelo lloró con el derribo de la Plaza de Abastos. Mi abuelo quiso no abrir los ojos ante la barbarie del 3 de marzo. Mi abuelo no apartó la mirada del televisor en la final de Dortmund. Mi abuelo parpadeó de asombro cuando descubrió el tranvía surcando la Avenida. ¿Qué puede haber pasado para que considere que no le queda nada más por ver en esta bendita ciudad?

Al final una copa de anís ha conseguido que confiese qué imagen ha provocado semejante hastío vital. Se trata de la estampa del PP, los comunistas y EA juntos demandando una consulta popular sobre la estación intermodal. Al parecer semejante reunión era lo último que le faltaba por ver. La verdad es que no deja de resultar chocante que Maroto se asocie ahora a quienes le sometieron a un calvario la pasada legislatura con una cascada de denuncias de prevaricación. ¿Aliarse con quienes defenestraron la carrera política del concejal Ibarrondo?, ¿compartir pancarta con quienes trataron de sembrar dudas sobre la legalidad de su propia gestión cuando fue concejal de Hacienda?

Pues sí, y por una razón bien sencilla. El objetivo lo aguanta todo y ahora el objetivo del PP es paralizarlo todo. Si para ello tiene que embarcar en la empresa a gente con la que su equipo de gobierno llegó a enfrentarse en los tribunales... pues se hace. La política es el arte de la trastada, a fin de cuentas.

En estos términos lo he razonado con mi abuelo pero no acaba de descabalgarse de su harakiri pasivo. Al final me da la sensación de que este buen hombre no vive saturado por lo que visto. Simplemente teme lo que le queda por ver.