En la actualidad, BAE es una entidad sin ánimo de lucro que goza de una salud de hierro gracias, en buena medida, a la labor desinteresada de más de 180 voluntarios que en algún momento han acompañado a los más mayores en estos paseos urbanos por diferentes rincones de Donostia y de algunos municipios del territorio. El año pasado, tras la firma de un convenio con la Diputación, “160 personas de 19 nuevas residencias” pudieron disfrutar de las escapadas por más de una decena de localidades: Bergara, Irun, Hondarribia, Arrasate, Andoain, Lasarte-Oria, Beasain, Segura, Villabona, Azkoitia y Zumaia. Gracias asimismo a Real Sociedad fundazioa, la presencia de los triciclos es también habitual en los pueblos de Gipuzkoa. En estos casos, el rojo corporativo de los vehículos a pedales muta para lucir el color txuri-urdin junto a una bandera de la Real.  

En 2020, el psicólogo donostiarra José Manuel Gómez, de 52 años, se puso en contacto con la asociación a través de un amigo. Hizo un curso de formación de tres horas y ya estaba listo para pedalear. En su caso no le era un mundo ajeno, ya que, según cuenta, ha hecho ciclismo durante toda su vida; eso sí, dice que manejar un triciclo no es igual que andar en bicicleta. Gómez aporta también un matiz de corte filosófico. “Además de dar un paseo muy agradable, se trata de una experiencia humana. A lo largo de aproximadamente hora y media se establece un contacto con otra persona a la que acompañas y que va más allá del mero hecho de realizar una actividad física”, explica. 

Su compromiso con esta iniciativa ha ido a más. En 2021 fue distinguido como BAEkide -un reconocimiento que la asociación otorga anualmente a distintas personas por su implicación con el proyecto- y desde el año pasado forma parte del equipo de coordinación de BAE junto a Itsaso Fernández. Itsaso y él son las dos únicas personas contratadas que reciben una remuneración por su trabajo. El resto (“el pilar básico”, subraya Gómez) son voluntarios. Por las tardes, atiende a sus pacientes en su consulta privada de San Sebastián.

Ante el mal tiempo, pedaladas

La seguridad es prioritaria y la extensa red de bidegorris donostiarra juega un papel fundamental 


¿Cómo conviven los paseos en triciclo y la lluvia que predomina en Gipuzkoa durante todo el año? ¿La inestabilidad meteorológica les ha jugado alguna mala pasada? José Manuel sonríe y se gira hacia su compañera Itsaso: “Con el tiempo no nos queda otra que llevarnos bien”, dice con humor. En Donostia puede llegar a llover entre 140 y 180 días al año, según la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET), o lo que es lo mismo: como mínimo uno cada tres días está pasado por agua en la capital guipuzcoana. 


En BAE aseguran contar con aplicaciones precisas sobre predicción meteorológica, con lo que, en caso de lluvias o fuertes rachas de viento, cancelan la ruta que habían establecido previamente con las residencias con “24 o 48 horas de antelación”. Aun así, ha habido ocasiones en las que a última hora han cancelado salidas programadas “hasta en cuatro o cinco ocasiones”. La seguridad es una prioridad absoluta. Y ahí también juega un papel fundamental la extensa red de bidegorris donostiarra, que “facilita y disminuye el riesgo” de los trayectos. 

Primeras pedaladas

¿Sin Donostia 2016, BAE no hubiera nacido? “No me aventuro a decirlo, pero sí creo que la inquietud estaba ya en los promotores y que conocían el proyecto de Dinamarca. Tenían el gusanillo y querían hacer algo. Así que aprovecharon la plataforma de la capitalidad para dar los primeros pasos”, argumenta José Manuel Gómez. En aquellas pedaladas iniciales destacan tres nombres propios: Dani Ruiz, cofundador de la empresa de movilidad urbana Txita; Gorka Hoyos, presidente de la asociación de ciclistas urbanos Kalapie; e Iñigo Munilla. Junto con el festival de música Glad is the day, esta es una de las escasas iniciativas que nacieron bajo el paraguas de DSS 2016 que todavía siguen en marcha. 

Al año siguiente de darse a conocer, en 2017, BAE se constituyó como asociación. En todo este tiempo, “no ha parado de crecer” empujado por el “voluntariado y un equipo de trabajo muy comprometido”, además del apoyo económico de distintas instituciones públicas y privadas para que la iniciativa pueda mantenerse con vida. Precisamente, la sostenibilidad del proyecto es su principal escollo: los esfuerzos del equipo directivo y coordinadores se dirigen a asegurar su supervivencia, tal y como explica Gómez. “Afortunadamente, tenemos una red de personas voluntarias que goza de muy buena salud. Nunca ha habido que cancelar una salida porque no hubiera voluntarios. El eslabón más débil, o si lo prefieres, el talón de Aquiles sigue siendo el de la sostenibilidad económica. Es el gran objetivo que nos marcamos desde la asociación año tras año, ya que tenemos que sufragar los gastos del alquiler del local y la flota de triciclos y otros muchos más”. 

Saludos y sonrisas

Él ha asistido a muchos paseos por Donostia, primero como voluntario y después en calidad de coordinador. Cuenta que siempre que sale a dar una vuelta en triciclo hay muy buen rollo y se les dibuja una sonrisa tanto a los conductores (que van en la parte trasera) como a sus veteranos usuarios. ¿Y cómo reaccionan los peatones cuando se cruzan con ellos? “Con más sonrisas”, responde. “En el caso de las personas que todavía no nos conocen también se genera una sensación de sorpresa que es realmente bonito. Nunca hay un mal gesto, más bien al contrario: la actitud es siempre de colaboración. Nos hacen un hueco, se paran para que pasemos y nos saludan”. Uno de los vídeos promocionales de la asociación refrenda estas palabras, cuando una mujer de la fundación Zorroaga describe lo que supone para ella salir en triciclo: “Me siento como una reina”. 

En las localidades más pequeñas, donde prácticamente todo el mundo se conoce, son habituales los saludos entre vecinos e incluso los reencuentros con viejas amistades. En muchos casos, las personas que van a dar una vuelta viven en residencias y centros de cuidado, por lo que las excursiones les sirven también para relacionarse con gente no residente. La palabra que emplea Gómez es “resocializar”. “Estamos hablando de personas que apenas salen de sus centros residenciales y que de esta manera vuelven a estar en contacto con la cotidianidad de su pueblo. Porque tengas 80 o 90 años, no significa que no te guste ir a una terraza y tomarte un pintxo”. 

Apoyarse mutuamente: ni más ni menos. Cinco años después de sus primera experiencia en triciclo, José Manuel Gómez cree que la mayor enseñanza de BAE es la de compartir un rato agradable con los demás. Pasar tiempo juntos. Y más en una era dominada por la hiperconectividad en la que cada vez se huye más de las relaciones personales y tendemos a aislarnos alrededor de los dispositivos tecnológicos. “Un paseo en triciclo mitiga precisamente la soledad no deseada; dos o tres personas comparten un rato charlando de sus cosas. La sensación generalizada, tanto de las personas voluntarias como de los mayores, es de autorrealización y felicidad. Es algo tan simple y sencillo como compartir una experiencia. Un regreso a nuestra esencia”.