El psiquiatra Javier García Campayo nos explica en Parar para vivir mejor las principales causas del malestar que experimentamos los seres humanos en nuestro día a día; y junto a las causas, nos da las herramientas que nos permitirán eliminar el sufrimiento innecesario ante las curvas e imprevistos que con toda seguridad vamos a sufrir en nuestra vida.

QUIÉN ES

Javier García Campayo (Zaragoza, 1962) es médico psiquiatra en el Hospital Universitario Miguel Servet y catedrático de Psiquiatría en la Universidad de Zaragoza. Es el director del Master de Mindfulness de la Universidad de Zaragoza. Como investigador ha realizado estancias en las Universidades de Manchester, en Cambridge, en Montreal y en otras universidades de Canadá. Además de su última publicación Parar para vivir mejor (Ed. HarperCollims) ha escrito más de 20 libros y ha publicado más de 300 trabajos de investigación.

En este manual nos da sencillas prácticas de meditación y de mindfulness para gestionar las emociones negativas y combatir el estrés.

Está claro que el equilibrio mental es parte de nuestra salud. Para la mitad de las personas la salud mental es algo secundario. En la tradición latina se ha dicho mente sana en cuerpo sano, como si el cuerpo fuese más importante, pero en este momento lo que acepta la Organización Mundial de la Salud (OMS) es que ambos son igualmente importantes y que no hay salud sin salud mental. Es uno de los principios de la OMS; la salud mental no solo tiene un impacto psicológico, sino que el estrés crónico es uno de los factores que baja la calidad de vida, produce malestar y consecuencias muy negativas en el ámbito familiar, social, laboral, etc.

Los datos nos dicen que cada vez hay más personas que padecen estrés y ansiedad. ¿Cuál es la razón de este incremento?

Hay diferentes razones. Una de ellas es que el desarrollo tecnológico ha llevado a que las personas tengamos más expectativas sobre cómo tienen que ser las cosas de nuestra vida. Nuestros abuelos daban por hecho que aquí se venía a sufrir y si no sufrías, pues todo esto que te llevabas como beneficio. Pero se demuestra que cada nueva generación tiene más malestar psicológico y se piensa que una de las principales razones son las expectativas. Todos queremos que estas sean como nosotros deseamos; todo tiene que estar perfectamente controlado. El desarrollo tecnológico y las redes sociales han hecho que los seres humanos seamos más exigentes con el mundo y eso produce un choque con la realidad. Por otro lado, estaría todo lo referente a la sociedad de consumo. Nos venden que para ser felices hay que tener cosas, conseguir cosas, lograr metas materiales del tipo que sea. Esta búsqueda incesante de metas externas es agotadora. 

"Hay que parar y conectar con el sentido de la vida. Es la clave”

¿Cuáles serían las claves para detectar que estamos padeciendo un episodio de estrés o ansiedad?

Solemos preguntar en plan de broma a la gente: “¿Usted puede estar una tarde sin hacer nada especial y no sentirse mal, estresado?” Muchos nos dicen que no, otros que sí, quizá porque igual tienen más tiempo. Va en esta línea; el otro día oí hablar de ociofobia, palabra aceptada todavía sólo en psicología, refiriéndose a personas que siempre tienen que estar haciendo algo, que se ponen retos cada día. Esa visión del mundo es lo que facilita el estrés, la necesidad de cumplir metas sin cesar, de no parar para sentirse bien, sin darse cuenta de que no hace falta tener tantas cosas, porque la felicidad está dentro de nosotros y no fuera; ese es el gran secreto.

Una vez detectado. ¿Qué debemos de hacer para liberarnos de esa ansiedad?

Suele haber una especie de proceso progresivo: el estrés durante meses y años lleva a la ansiedad crónica, que es un poco lo que estamos detectando en personas públicas y que acaban en depresión. Eso es muy esperable. Es un proceso progresivo, pero bastante lento, y eso hace que no nos demos cuenta. Si el caso es muy intenso habría que buscar ayuda de un psicólogo, un profesional. Si no lo es, hay que parar para replantearnos nuestro sentido de la vida. Este es uno de los aspectos que más facilita a la gente el cambiar. Por ejemplo, en EE.UU. tras la pandemia miles de personas han cambiado de trabajo. Porque no tiene sentido vivir para trabajar, sino que hay que trabajar para vivir. 

Campayo acaba de publicar 'Parar para vivir mejor'.

Campayo acaba de publicar 'Parar para vivir mejor'.

¿Cree que estamos preparados para descansar o seguimos bajo el síndrome de que desconectar es de vagos e irresponsables?

Descansar forma parte de lo que es la vida, es necesario para ser feliz; no tienes que estar permanentemente haciendo cosas. La gente se suele coger una o dos semanas, pero se recomienda, cuando se tienen problemas de no desconexión, coger una parada fuerte. Además, muchas veces aparece lo que se conoce como el síndrome postvacacional, cuando uno vuelve y se estresa. Si ocurre es porque la persona no está satisfecha con su trabajo, por lo que hay cosas que se tendría que replantear.

¿Cómo conseguir ser más compasivos con uno mismo y con los demás?

Esa autoexigencia, esa responsabilidad, ese sentimiento de culpa, no llevan a nada. Esa autocrítica nos la han metido nuestros padres sin mala intención, pero se transmite de generación en generación. Ellos tenían la idea de que la gente más autoexigente era más exitosa en la vida, esa es la idea errónea que hay que erradicar. Los más autoexigentes sufren mucho más, mientras que la gente que es más (auto )compasiva disfruta mucho más de las cosas.  

En su libro Parar para vivir mejor propone unas prácticas de meditación, de concentración, para conseguirlo. ¿En qué consisten?

Son sencillas herramientas de mindfulness que intentan desarrollar la atención. Consisten en poner la atención en algo de forma sistemática. Por ejemplo, en la respiración. Hacemos gimnasia mental de 5 a 10 minutos al día durante tres meses y observamos que la capacidad de atención es mucho mayor. Pero también en el día a día hay que intentar evitar la multitarea, que se ha convertido en una epidemia. Trabajamos la idea de estar siempre con la atención en lo que estamos haciendo, porque así disfrutaremos mucho más de la vida, estaremos más atentos, más felices y seremos más eficaces. Ese es el tema.

El estrés y la depresión afectan más a mujeres que a hombres y está adquiriendo rango casi de pandemia entre los jóvenes. 

La pandemia ha aumentado el malestar. Por un lado, a las mujeres les afecta más el estrés que a los varones por aspectos biológicos, pero también porque en la sociedad por norma general, además de su actividad laboral, se llevan el peso del cuidado de la familia; se considera que esa asociación es un factor de riesgo de padecer estrés, depresión y ansiedad. ¿Y por qué en la gente joven? Porque al incorporarse a la sociedad están viendo las dificultades que tienen en lo laboral, en la vivienda… a lo que se suman temas como la alarma climática, que les afecta mucho. 

"El equilibrio mental es parte de nuestra salud; no debe ser algo secundario”

¿Podemos dar sentido a la vida en una sociedad tan materialista como la nuestra?

Se puede conseguir. Al final de la vida, uno no se arrepiente tanto de las cosas que ha hecho mal como de las cosas que no ha hecho. Ahora hay mucho trabajo sobre el legado que dejamos nosotros al final de nuestra vida. Este es uno de los aspectos que en psicología se considera clave para poder seguir buscando el sentido de la vida.

¿Funcionamos como si fuéramos esclavos del tiempo?

Sí. En estos momentos somos esclavos del tiempo. Nos ha convertido en un elemento más del sistema económico. Igual que en la felicidad, por la que también se compite. El tiempo, además, produce un estrés tremendo. Hay que tener, por supuesto, tiempo para hacer cosas, pero también para nosotros, para no hacer nada, para andar, disfrutar. Eso se ha perdido.

¿A quién va dirigido el libro Parar para vivir mejor?

A todo el mundo. He publicado otros libros más técnicos, pero quería escribir un libro que pudiera leerlo cualquier persona, aunque no conociera nada de psicología ni psiquiatría, y que no contuviera ningún estudio específico de nada. Yo siempre digo que, cuando empecé la psiquiatría, me horrorizaban dos temas: uno, la cantidad de sufrimiento que hay en el mundo, y dos, que la mayor parte del sufrimiento es evitable. Nosotros mismos nos producimos el 80% de nuestro sufrimiento y podemos librarnos de él, gestionarlo de una manera mucho más adecuada con determinadas herramientas.