Se acerca el buen tiempo y empiezan a instalarse las dietas en nuestro día a día. Si son para adelgazar habrá cuatro o cinco de moda en cualquier momento y pasarán al olvido casi con la misma rapidez con la que triunfaron. Luego están las específicas para determinados grupos, como los vegetarianos, o para personas que padecen una enfermedad específica. 

A pesar de ser éstas especialmente escogidas para una esa función, suelen variar entre sí en su composición, en la manera de prepararlas y en las cantidades de ingredientes. Es pues muy difícil que nos pongamos de acuerdo sobre cualquier tipo de dieta.

Las hay hasta individualizadas teniendo en cuenta el tipo de alimento que le va bien a cada uno. No sé cómo se consigue saber eso, pero hay gente que pretende saberlo y otra gente muy crédula que les sigue la corriente.

Una alimentación equilibrada, tanto en sus componentes como en la cantidad y manera de elaborarlo, es la ideal para todo tipo de personas: para la gente sana, para los que sufren hipertensión arterial, o diabetes, o hipercolesterolemia, o insuficiencia renal, gota u otras muchas. 

Si esas enfermedades están en un grado avanzado habrá que adaptar la dieta considerada normal, restringiendo sal, o azúcar, o grasas saturadas, o proteínas o carne y alcohol respectivamente. Una dieta normal, como la dicha anteriormente no es válida para las personas con intolerancia al gluten o a algún otro componente alimenticio, ya que necesitan alimentos que no contengan esas sustancias.

¿La comida principal? Mejor al mediodía

En un día se deben hacer cinco comidas. Desayuno al levantarse de la cama, almuerzo a media mañana, comida al mediodía, merienda a media tarde y cena al anochecer.

La distribución de la cantidad de comida entre las cinco tomas tiene que acomodarse al tipo de vida laboral que se realiza. No se puede pretender que se haga un desayuno fuerte cuando se ha cenado la víspera, en gran cantidad y muy tarde. No podemos pretender hacer el mismo tipo de horario y de comidas que hacen nuestros vecinos del norte si no cambiamos nuestros hábitos de vida para hacerlos semejantes a los suyos.

El empeño que ponen algunas madres en forzar a desayunar a sus hijos es baldío y contraproducente. Altera la fisiología del chaval, produce discusiones que no llevan a ningún resultado positivo, se pierde autoridad y se incomoda a los vecinos con el vómito del chico en la escalera o en el portal. Deberían dejarle ir sin desayunar y con un bocadillo para comerlo a media mañana. O cambiar el horario y la cantidad de comida de la cena.

La comida principal es la del mediodía. La importancia del desayuno depende de la cantidad de cena del día anterior, de la hora en que se hizo y del ejercicio hecho después para utilizar esa energía ingerida. Si la cena fue como habitualmente suele ser, en este país, el desayuno pasa a tener la importancia que debería tener el almuerzo, un simple tente en pie y el almuerzo pasa a ser como un desayuno.

Los números de la 'dieta mediterránea'

La dieta ideal es la archiconocida  dieta mediterránea. Está basada en el aceite de oliva, el vino, las verduras, legumbres, frutas, huevos, patatas, pescado y carne. La proporción de los principios inmediatos de los alimentos, es decir, hidratos de carbono, proteínas y grasas, que debe contener la dieta normal es:

  • 60 % de las calorías ingeridas en un día debe corresponder a alimentos del grupo de los hidratos de los carbono, cereales, féculas, pasta…
  • 30 % a proteínas
  • 15 % a verduras y frutas, tanto frescas como cocinadas. Contienen proteínas, vitaminas y minerales.
  • 15% pescados y carnes, doble de pescado que de carne que aporta proteínas.
  • 10% grasas. Preferentemente de origen vegetal.

Al ir las cantidades de mayor a menor, se pueden representar en un gráfico como si estuvieran dentro de una pirámide, a la que se ha llamado Pirámide alimenticia.

La cantidad de calorías que se deben tomar al diariamente se tendrá que adaptar a las necesidades de cada uno. Estas cantidades a ingerir vienen determinadas por varios factores como la edad, el sexo, el clima y la actividad física e intelectual. 

El cálculo se hace teniendo en cuenta que un gramo de hidrato de carbono o de proteína produce 4 calorías y el gramo de grasa produce 9 calorías.

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