Mario Conde, y no hay que equivocar al personaje de Padura con el exbanquero español, no está concebido en clave de refugio y sí a modo de mostrar las diferentes realidades que se esconden La Habana en particular, y en Cuba en general. A través de este investigador el lector puede llegar a rincones muy íntimos de la sociedad cubana de la mano de alguien que conoce muy bien el universo de la isla más grande del Caribe, Leonardo Padura. Para unos es un edén turístico, otros piensan que es un paraíso socialista y algunos dicen de ella que un infierno comunista. A Padura le gusta hablar de su nuevo libro y también de cómo ha cambiado Cuba en los últimos años; mucho, pero quizá no lo suficiente.

PERSONAL

Edad: 67 años (9 de octubre de 1955).

Nacimiento: La Habana (Cuba).

Familia: Está casado con la guionista cubana Lucía Coll.

Formación: Estudió Literatura Latinoamericana en la Universidad de La Habana.

Trayectoria: Su relación con la escritura comenzó en el mundo del periodismo. Trabajó en una revista y en un periódico. La pasión por contar historias le llevó a la literatura y publicó su primer libro en Cuba hace 32 años. Ha utilizado todos los géneros para contar sus narraciones. La fama le ha llegado a través de la serie que protagoniza el investigador Mario Conde, gracias al que ha mostrado la evolución de la sociedad cubana desde 1989.

Galardones: Ha recibido muchos premios, entre ellos el princesa de Asturias de las Letras.

Vemos que ha vuelto Mario Conde...

Sí, y lo hace con una novela muy policiaca, muy habanera. Tiene dos historias que corren de forma paralela. En algún momento el lector descubrirá cuáles son las conexiones. Una se sitúa en 1910 y está narrada en primera persona por un policía que investiga el asesinato de dos prostitutas en el barrio de Tolerancia de La Habana. Cae en el universo de un personaje que se llamó Alberto Llarini Ponce de León.

Un proxeneta que existió realmente, ¿no?

Era el rey de la prostitución en Cuba. El proxeneta por excelencia. También fue un personaje peculiar en sus relaciones sociales y políticas. Fue como un huracán tropical que pasó por La Habana de aquella época. 

¿Y dónde encaja su Mario Conde en una historia de principios del siglo XX?

Él está en la otra historia paralela, que ocurre en 2016. Es el año en el que La Habana entra en un periodo de gran evolución con la visita del presidente Barack Obama, un concierto de los Rolling Stones, un desfile de moda de Chanel, filmaciones de películas… En este escenario aparece muerto de una forma muy cruenta un personaje bastante peculiar, uno de los líderes de la Revolución Cultural de los años 70. Hay escasez de policías, todos están distribuidos en función de las visitas que llegan y el antiguo compañero de Conde le pide que le ayude a investigar esta muerte. Hay más asesinatos, más de los que habitualmente suele haber en mis novelas.

Parece que La Habana del siglo XX y la actual se miran en un mismo espejo, aunque haya diferencias políticas entre ellas.

Diferencias, sí, pero La Habana de 1910 también era muy política. Son los años posteriores a la independencia, a la proclamación de la república en Cuba en 1902. Es la consecuencia de aquella guerra que comenzó en 1895 y que en 1898 se convirtió en la guerra hispanocubana y estadounidense. En España no hay mucho que explicar de aquel 98 porque muchos conocen el dicho: Más se perdió en Cuba. Es una república que nace con una intervención militar de los Estados Unidos, con una enmienda que daba derecho a este país a intervenir en Cuba cada vez que lo deseara. La política recorre toda esa época que sale en la novela. Además, Alberto Llarini participa de la vida política en una campaña por la alcaldía de La Habana, uno de los cargos más importantes del país.

En este lado del Atlántico tenemos a un Mario Conde, pero es banquero y también es famoso por muchas cosas.

Ja, ja, ja… Sí, claro, pero no tiene nada que ver mi Mario Conde con el banquero español. Mi personaje nació hace muchos años, en 1991, en la primera novela de esta serie, que es Pasado perfecto. Entonces era un teniente policía investigador. Sale como tal en cuatro novelas que yo denominé como Las cuatro estaciones. Todas ocurren en 1989 y en la cuarta, Paisaje de otoño, deja la policía. Con ellas se hizo la serie de televisión Cuatro estaciones en La Habana. Se llama Mario Conde porque estaba buscando un apellido que me funcionara como un apodo también, que me diera juego. Surgió en un momento en el que no pensaba que esas novelas fueran a funcionar en España, así que no me preocupé por la coincidencia del nombre.

¿Le resulta más cómodo escribir a través de un personaje fijo?

Me está resultando cada vez más difícil. Estas novelas son policiacas, pero por momentos son falsamente policiacas. La verosimilitud dice que un civil no hace investigaciones de crímenes de sangre, es algo que hace la policía científica, que tiene toda una serie de instrumentos para llevar a cabo las investigaciones. Esto me complica el relato por una parte, pero por otra me facilita la narración. Mario Conde es un personaje al que conozco muy bien, quizá sea la persona a la que mejor conozco en este mundo. Sé todo de sus fobias, de sus gustos, de sus fundamentalismos, de sus aversiones…

¿Hay algo que no se conozca de él?

Creo que después de diez novelas en las que se ha hablado de lo humano y lo divino, sabemos todo sobre él.

¿Ha evolucionado en edad?

En las primeras novelas tiene 35 años y en estas ya tiene 62. Refleja el paso del tiempo en cuanto a la realidad. Con Cuba pasa que la percepción que tiene la gente que vive fuera del país es que nada ha cambiado con los años porque el sistema social-político-económico es el mismo, pero la sociedad cubana sí que ha cambiado. Esos cambios, de alguna forma, están analizados y reflejados en estas novelas. Una pretensión que yo tengo es que a través de estos libros se escriba una crónica íntima de la vida cubana contemporánea. También evoluciona la percepción del personaje frente a esa realidad.

Padura trabajó como periodista y sufrió la censura.

Padura trabajó como periodista y sufrió la censura.

¿Y cómo es la percepción de Mario Conde?

Cada vez más desencantada y más pesimista. Son sentimientos que llegan a unos niveles bastante altos en esta novela.

Desde fuera Cuba ha sido percibida como paraíso vacacional. ¿Frivolizamos?

Sí, claro que se frivoliza. Todos los estereotipos parten de una realidad, pero son estereotipos. De Cuba suele haber dos percepciones fundamentales: el paraíso socialista de una izquierda nostálgica o el infierno comunista de una derecha agresiva. En el medio hay muchas realidades, incluso ese paraíso turístico. Estamos en el Caribe y es la isla más grande de este mar. Tiene unas playas espectaculares, una ciudad de La Habana que deslumbra por la grandeza que tuvo y que se mantiene en su estructura física. El nivel cultural de las personas es de los más altos de América Latina, y todo esto hace que sea atractivo visitar la isla.

¿Qué problemas tiene?

Una economía en crisis desde hace muchos años. Ha habido momentos de cierto alivio, pero actualmente se vive con una caída de la economía y una serie de carencias tremendas que sufren los cubanos, incluso los que vienen de fuera, y que van desde los alimentos hasta los medicamentos, los combustibles, la electricidad… Se puede mirar a Cuba desde todas las perspectivas posibles y en todas se va a encontrar un pedacito de realidad.

¿Se percibe la muerte de Fidel Castro en la realidad actual de Cuba? ¿Se nota algún cambio?

Antes de que muriera Fidel empezaron a cambiar algunas cosas, pero pocas. Mientras estuvo al mando no era posible tener una línea de teléfono móvil. Con Fidel Castro hubiera sido impensable el acceso a internet que existe hoy, aunque no es total. Existía en este paraíso turístico que tú mencionas la prohibición de los ciudadanos cubanos de alojarnos en hoteles para turistas, existía la dificultad para viajar, había que pedir permisos... Había una figura que se llamaba la Carta de liberación para salir del país. Todo eso ha ido cambiando.

¿No todo es propiedad del Estado ahora?

Se ha ido introduciendo una pequeña propiedad privada que ha ido creciendo. Ahora es un momento de eclosión de las minipymes privadas, cooperativas incluso estatales. El país se ha abierto mucho más a la inversión extranjera. Han cambiado bastante las cosas después de la muerte de Fidel, aunque la estructura socioeconómica y política siga siendo la misma.

Los ciudadanos a nivel general cada vez están más enfadados. ¿Se nota enfado en Cuba?

Sí, la gente está muy molesta. El año pasado hubo unas manifestaciones que fueron reprimidas, no tanto policialmente como judicialmente. La policía dio sus palos, pero lo más evidente fueron las condenas, bastante altas, a las personas que fueron a las manifestaciones. Es algo que ha sido muy criticado fuera de Cuba, y también dentro. Se vive con apagones, falta de combustible, escasez de comida y de medicinas. Esto hace que las personas estén muy crispadas, aunque no saldrán a la calle porque tienen miedo a ser reprimidos judicialmente. Pero expresan su crispación cada vez que pueden o donde pueden, en las redes sociales por ejemplo.

¿Hay visos de que cambie la situación?

No sé hasta qué punto va a cambiar en los próximos años. El gobierno cubano se proclama como un gobierno de continuidad de esa estructura de hace tantos años, pero necesariamente va a tener que cambiar en algún momento. Hay un sistema ineficiente, y no es que lo diga yo, lo dicen los economistas. Ojalá con esos cambios llegue también un cambio en las estructuras sociales y políticas. Debe haber muchos más espacios de verdadera participación libre, democrática y popular.

Hablemos de censura. 

Por supuesto que existe censura en Cuba. Hace poco hubo una censura a un músico que en un concierto estaba interpretando una canción y le obligaron a interrumpir el recital. El problema real de esta censura es que ha decrecido en función de que las producciones culturales han disminuido. En Cuba se están publicando muy pocos libros. La crisis del papel hace que no haya una capacidad real de las industrias poligráficas cubanas de imprimir libros, así que hay menos libros que censurar. A la vez hay más posibilidades de que esos libros salgan publicados fuera de Cuba si encuentran el espacio para ser publicados, que tampoco es fácil.

¿No pasan por las manos de la censura aunque se publiquen fuera?

Lo que en otra época era una estructura cerrada, en la que esos libros tenían que pasar por una institución cubana para ser publicados, hoy es más abierta, por lo que es más difícil ejercer la censura. Pero en los medios –la televisión, los periódicos que circulan en Cuba y la radio–, que son todos del Estado y todos dirigidos por el partido, los niveles de censura se evidencian en que son más de propaganda del partido que de información.

¿Los ciudadanos saben distinguir lo que es propaganda y lo que es información?

Ja, ja, ja… La gente tampoco se cree esto en Cuba. En un cuestionario me preguntaban qué era lo que me hacía llorar y mi respuesta fue: Las noticias nacionales en el noticiero de la televisión cubana. Cada vez que dan una noticia es una desgracia. Y cuando dan una noticia buena, imagínate, dicen: Ha aumentado la producción de… También nos dan ganas de llorar porque nos están engañando. A lo mejor los números son reales, pero la realidad va por otro camino. La gente desconfía cada vez más.

¿Ha sufrido usted esa censura?

Claro. En la época en la que trabajé como periodista tenía que cumplir ciertos códigos. Fui expulsado de la revista en la que trabajaba porque tenía “problemas ideológicos”, y pon comillas, por favor. Llegué a un periódico en el que tuve la suerte de poder escribir como yo quería y de lo que quería. Esto es algo muy raro en la historia del periodismo revolucionario cubano. Escribía largos reportajes para la edición dominical. Escribí una crítica al equipo de béisbol de La Habana y el trabajo fue censurado. Es una censura muy ubicua, pero a la vez extraña en sus mecanismos.

¿Por qué extraña?

Por ejemplo, mi primera novela estuvo en un concurso e iba a obtener un premio, lo supe después por los jurados, pero hubo alguien que decidió que no podía ser premiada. Sin embargo, he tenido la fortuna desde el año 1996 de publicar mis libros con la editorial Tusquet. Mis libros salen directos desde mi ordenador a mis editores en Barcelona y no pasan por ningún filtro de censura.