Tras cerrar la vuelta puntual de los alaveses Hertzainak, Gari regresa con su décimo primer disco en solitario, Behin bizitzea (Elkar), un álbum corto, introspectivo, vulnerable y positivo que se debate entre el dolor y el amor con letras de Iñigo Astiz, Txuma Murugarren, Karmele Jaio y Jon Benito.
Lo presentó, junto a su grupo Maldanbera,el pasado 21 de marzo en el Teatro Victoria Eugenia de Donostia, arrancando así una gira que, por ahora, no tiene parada en Álava. “Es mi disco más luminoso”, asegura en esta entrevista.
Si exceptuamos el directo de 2022 y el regreso de Hertzainak, son más de 5 años sin editar un disco.
–En 2021 comencé a preparar nuevas canciones, con alguna que otra idea clara de qué línea quería seguir, pero en estos últimos años he ido encadenando diferentes proyectos, y una cosa llevaba a la otra. Y respecto a Hertzainak, lo que surgió como un pequeño homenaje en vida a un excompañero acabó con una respuesta gigante, con un público deseoso de recordar tiempos pasados. Supuso un premio para una banda desaparecida desde los 90. Son esas cosas difíciles de explicar, fenómenos excepcionales, como si de un expediente X se tratara. Hoy estamos en el 2024 y con muchas ganas de presentar este nuevo álbum, que nos ha permitido explorar otras formas de plantear las canciones y otras maneras de relacionarnos en la banda.
“Me he dejado llevar por lo que dictaba mi intuición y me ha servido para compartir momentos creativos”
El anterior fue una auto producción y ahora vuelve con Elkar. ¿No fue satisfactoria la aventura, exige demasiado trabajo más allá de lo artístico?
–No encuentro diferencias sustanciales entre las auto producciones de mis dos discos previos y este último, a cargo de Elkar, porque la dirección artística recae en mí, así como gran parte de la organización del proyecto. La diferencia más importante ha venido dada por mi nueva situación personal, ya que ahora tengo una disposición horaria que me permite involucrarme totalmente en los proyectos en los que participo. Me ha permitido estar encima de todo el proceso de producción del disco, y he podido disfrutar más que nunca.
Con el anterior lamentaba que el artista euskaldun estaba desprotegido, que no se le tenía en cuenta. ¿Hemos avanzado en este último lustro?
–No defiendo el proteccionismo cultural, pero con las reglas que imperan a día de hoy, me siento cada vez más fuera de lugar. Me cuesta entender las políticas culturales en este país: la institucional y la privada. Debo de estar muy fuera de onda.
Estas canciones han dado muchas vueltas desde 2021. Empezó a trabajar con Fran Iturbe, antiguo colaborador suyo, ex Bide Ertzean y músico y productor que ha trabajado con Mikel Erentxun, Bunbury o Carlos Ann.
–El disco ha supuesto un viaje, una aventura en la que la vida, el día a día, ha ido marcando diferentes rumbos. Me apetecía volver a trabajar con Fran, ya que vivimos juntos momentos creativos intensos en el pasado. Él vive en Los Ángeles y hemos pasado muchas horas trabajando vía Zoom. Entonces, varios imprevistos, familiares y en la empresa en la que trabajaba, me llevaron a tomar decisiones que cambiaron sustancialmente mi vida y tuve que aparcar temporalmente las nuevas canciones.
“El amor te abre la puerta que muchas veces más tememos, la de la vulnerabilidad”
Luego llamó a su productor más reciente, Jon Aguirrezabala (ex We Are Standard) y tampoco fructificó el trabajo. ¿Por qué? ¿Cómo decidió compartir la producción con la banda?
–Con las canciones ya escritas, contacté con Jon con la idea de compartir diferentes enfoques y trabajar sobre la estructura de algunas. Ya entonces empecé a valorar la posibilidad de hacer un disco de banda, ya que mi nueva situación personal me permitía dedicarme íntegramente a ello, y poco a poco, esta idea se impuso. Pasé de un plan A a otro B, para finalmente optar por el C. Así es la vida, al menos la mía. Me he dejado llevar por lo que dictaba mi intuición en cada momento y esto ha servido para compartir momentos creativos llenos de magia junto a la banda. Hemos compartido referencias musicales para crear algo más personal, lo que ha aportado, entre otras cosas, una luminosidad diferente al disco.
Al final, en lugar de en Bilbao, ha grabado en los nuevos estudios de Elkar.
–Antes pasamos meses maquetando, probando sonidos, ritmos, tonos, estructuras y versiones diferentes. Incluimos una hoja de ruta sobre cómo grabar tanta pista y recordings, debido a la instrumentación tan variada que utilizábamos en las canciones, y dejamos a un lado posibles colaboraciones para evitar distracciones. Estar centrados en el proyecto nos ha ayudado a registrar las canciones muy rápido. Al entrar a grabar teníamos una foto muy cercana al resultado final.
Dedica el disco a aita y ama. ¿Me equivoco si son esos asuntos personales que dilataron la grabación del disco?
–Perdí a mi ama pocos días antes de entrar a grabar tras pasar un tiempo muy delicada. He vivido unos momentos emocionalmente complicados. No tuve unos aitas ejemplares ni perfectos, pero tampoco he sido el hijo que ellos esperaban… pero eran mis aitas y me está costando gestionar esas pérdidas.
“Perdí a mi ama pocos días antes de entrar a grabar. He vivido unos momentos complicados”
Al final, presenta solo siete temas. ¿No son pocos?
–Son siete escuchas que plasman belleza, paz y reflexión para estos tiempos abruptos. Y el 7 es el número que utilizaba uno de mis pilotos preferidos en mi adolescencia, Barry Sheene.
Musicalmente, el repertorio consolida su camino más reciente. No quiero hablar de madurez…
–Yo tampoco (risas). Musicalmente hablando ha significado algo nuevo, mi mirada es más interior. No sé nada de consolidaciones, y cada vez que me enfrasco en un proyecto tengo la sensación de que no sé nada, que todo son inseguridades e incapacidades. Escucho estas canciones y flipo por que no sé cómo se han escrito, qué fue lo que hizo que surgieran esas melodías. Y de la misma manera, sé que todo tiene que ver con la magia que se produce en esos pequeños momentos, tanto en la intimidad a la hora de crear, como en el trabajo colectivo. Así que madurez, creo que poca.
Sonido introspectivo y con un punto experimental y alejado del trabajo del “Gari más previsible”. ¿Así sigue viéndose en 2024?
–Behin bizitzea es el trabajo más luminoso que he grabado nunca, seguramente una respuesta a la oscuridad y el desequilibrio que nos rodea. Quiero que la gente pase un buen rato, que sea un chute de energía positiva y un tiempo para la tranquilidad, y que lo disfruten como nosotros grabándolo. Espero que 2024 nos permita seguir disfrutando de lo que más nos gusta, jugar con la música.
“En 2023 tuve la suerte de actuar en pequeño formato bastantes veces y es algo que cada vez me gusta más”
Hablemos de algunas canciones. ‘Jurisprudentzia’ ofrece el único ritmo vivo del disco, el más directo y pop. ¿Lo pedía su letra?
–Difícil de responder. Escrita junto a Iñigo, tiene una letra maravillosa, fue de las primeras escritas y quizás la que rompe con el ambiente general del disco. En cualquier caso, mi idea al escribir canciones siempre pasa por el pop, canciones sencillas que puedan llegar al oyente y que se puedan cantar acompañadas de una guitarra. La música esta hecha para escucharla, disfrutarla, bailarla... no para describirla, como decía Morricone.
Hay guitarras, teclados y sintetizadores, detalles electrónicos frente a lo analógico y más de piel, como la percusión de ‘Minik ez dago’. ¿Todo es válido para vestir la obra?
–Hemos mirado a las letras y melodías, en algunas tratando de sugerir mediante los arreglos imágenes que apoyaran la letra. Y vivido momentos creativos en los que nos hemos dejado llevar, como si de un juego se tratara a la hora de buscar sonidos. Probar arreglos, melodías, contrapuntos, efectos... todo aquello que pensábamos que aportaba lo hemos grabado, y luego, más tarde, hemos seleccionado lo que podía tener mas relevancia.
Ofrece guitarras muy ambientales y arreglos a lo Coldplay en ‘Holandar alderraia’. ¿Es una paja mental mía o a Moyano le gustan?
–Lo de las pajas mentales entre quienes se dedican a la crónica musical está bastante generalizado (risas). Ahora en serio, la escribí junto a Txuma en el pretil del puerto de Mutriku un día fresco y soleado. Grabé un par de versiones, una más acústica y otra con unos teclados y un arreglo de metales. Las referencias sonoras más recurrentes en nuestra mesilla de noche están bastante alejadas de Coldplay, siendo este un grupo que nos flipó en su día con Parachutes.
Siete temas, siete adaptaciones de poetas. El hecho de adaptar musicalmente textos ajenos facilita o hace más complejo crear un disco?
–Prefiero escribir una canción teniendo la letra como referencia, las palabras sugieren melodías. Suelo compartir lo que busco y mis motivaciones con las escritoras y los escritores con quienes colaboro. A veces una canción sale de un poema que ya existía; otras la letra se escribe a partir de lo compartido.
En los álbumes anteriores había un “hilo conductor”. ¿Y en este, puede ser la dualidad entre la noche y el dolor, y el amor y el deseo?
–Me proyecto desde mis canciones, ese es mi lugar y mi compromiso. Utilizo mis canciones para sacar lo que tengo dentro, lo que soy. Y necesariamente hay oscuridad, y también hay luz; hay amor y miedo. Y hay ilusión y frustración, inseguridad y energía.
Eso es la vida: daño y cariño, como sugiere ‘Bi hiritan’.
–Totalmente. El amor te abre la puerta que muchas veces más tememos, la de la vulnerabilidad. Las contradicciones que nos desbordan cada día que estamos vivos.
¿Es Astiz es su poeta de cabecera actual? Gana por goleada en el disco.
–En este proyecto, sí, ha sido con él con quién más momentos creativos he compartido. Anteriormente fue Jon Benito, Jon Maia... Con todos he tenido conexiones importantes, que mantengo, y de ellas surgen letras que me inspiran, que cubren lo que en cada momento buscaba crear. Pero no se trata de cantidad, y no puedo dejar a un lado a Karmele Jaio, que en Elurretan eztan plasma en pocas palabras una imagen y un ambiente que te invade. Algo parecido con Txuma, aporta algo muy visual que te embarga.
¿Sueña con ese lugar donde no exista el dolor, como sugiere ‘Minik ez dago’.
—En el disco anterior, el tema Esan, escrita con Juan Luis Zabala, habla de la posibilidad de meter todos nuestros miedos en una maleta y dejarlos ahí. Bonita idea, pero imposible también. Es incompatible vivir sin miedo ni dolor, son parte de la vida, son la vida.
¿Listo para enfrentarse a su público habitual tras las audiencias multitudinarias recientes con los conciertos celebrados de la mano de Hertzainak?
–En 2023 tuve la suerte de actuar en pequeño formato bastantes veces, y es algo que cada vez disfruto más, solo con una guitarra y cerca del público. La conexión no es comparable a la de las grandes ligas, los grandes formatos. Son dos cosas diferentes que generan energías distintas. Y en medio está el formato de banda, con el que voy a presentar el disco, y que también sorprende a quién no nos ha escuchado, ya que hemos conseguido un sonido muy depurado tras largos años de trabajo conjunto. Ahí sí te diría que estamos alcanzando la madurez como banda. l