n 1964, John H. Plumb editó su apocalíptica obra Crisis in the humanities, que predecía el colapso de las letras y el amanecer de un mundo sin espacio para el pensamiento libre, las artes y el desarrollo que estimula el humanismo.
Hoy estamos más cerca de aquel ocaso que hace medio siglo. Hay casi un 9% menos de estudiantes universitarios que se gradúan en Humanidades en el otoño de 2021 que en 2019. La estrepitosa caída oscila entre el 16% y el 29% desde 2012. Casi todos los campos de las humanidades se han visto afectados: los graduados en Historia han disminuido en un 45% desde 2007, y la cantidad de graduados de Inglés ha disminuido a casi la mitad desde finales de los 90 según Meenakshi Van Zee para The Hechinger Report. Los cuatro grandes campos de las Humanidades (Filosofía, Historia, Filología y Artes) corren el riesgo de hundirse por debajo de los 100.000 graduados por vez primera en casi dos décadas.
No es un fenómeno nuevo, y tiene raíces históricas. En los raros momentos de crecimiento económico y desarrollo de valores sociales, los jóvenes están más dispuestos a matricularse en humanidades. En el auge cultural de la posguerra, en plena década de los 50, las Humanidades florecieron y el esfuerzo de esta generación produjo grandes frutos socioculturales y aventó los acontecimientos políticos y económicos de los sesenta. Pero la economía se indispuso y el número de graduados en Humanidades decreció entre 1970 y 1985. Las inscripciones se desplomaron desde un 17,2% en todos los ámbitos en 1967 al 7% a principios de la década de los ochenta. A medida que la economía se recuperó, también lo hicieron las Humanidades. Incluso cuando la matrícula y la deuda estudiantil se dispararon en la década de 1990, los estudiantes desafiaron las predicciones y el número de graduados siguió subiendo hasta el nuevo milenio.
Pero esa marejada de Humanidades se ha estrellado contra la gran recesión de 2008 y la pandemia de 2019: El alumnado las ha abandonado en masa. Y a pesar de que la economía estadounidense comenzó a florecer con un desempleo por debajo del 5% y mercados emergentes, los jóvenes no han vuelto la mirada a este campo del saber. De hecho, la cantidad de estudiantes que se gradúan en Humanidades ha caído por octavo año consecutivo según el Sistema Integrado de Datos de Educación Postsecundaria. Menos de uno de cada diez graduados obtuvo un título en Humanidades en 2020, un 25% menos que en 2012. En números crudos, las Humanidades cosecharon menos de 200.000 títulos en 2020. Lengua y literatura inglesa, una especialización que solía representar un tercio de todos los títulos de humanidades, se ha derrumbado. En 2020, solo había unos 37.000 graduados universitarios especializados en inglés, un tercio menos que los 55.000 de 2009. Las facultades de Historia están experimentando un colapso similar, de aproximadamente un 35%.
Por contra, más de 430.000 estudiantes se graduaron en business en 2020, un 60% más que en los últimos 20 años. 195.000 se graduaron en Ingeniería ese mismo año. Lógicamente, la pandemia ha hecho que las especializaciones en los campos de la Salud se hayan triplicado en las últimas dos décadas hasta más de 260.000 graduados en 2020.
A diferencia de la guerra, la ansiedad social y económica fruto de la pandemia no ha fortalecido las Humanidades. Robert Townsend, director del programa de humanidades de la Academia de las Artes y las Ciencias, se pregunta si el aumento en el uso de la tecnología y la disminución de los hábitos de lectura están afectando el interés por las artes liberales. Otros sospechosos habituales de este déficit en Humanidades son la deuda estudiantil, el relativismo posmoderno, la escasez de trabajo, los niveles salariales... pero los datos sugieren que es algo más endémico lo que está produciendo esta marea. La caída no parece reflejar un declive repentino del interés por las Humanidades, ni una caída brusca en las perspectivas profesionales.
En opinión de algunos pensadores, uno de los catalizadores de esta inmolación de las Letras es el miedo a la libertad. De hecho, se han producido recortes significativos en la financiación de los programas de Historia, Lengua y Literatura y artes en las universidades públicas de ciertos estados con fuerte olor a elefante. Algunas cámaras legislativas han impulsado recortes presupuestarios masivos del National Endowment for the Humanities, un programa creado durante la administración de Lyndon B. Johnson para fomentar el cambio social y el crecimiento económico, porque la inversión en Humanidades es el mejor abono para el desarrollo socioeconómico y cultural de un país. Pero no son pocos los gobernadores republicanos que han propuesto recortes en humanidades “para reequilibrar la financiación hacia materias más prácticas”. El gobernador de Carolina del Norte, Patrick McCrory, un hombre pragmático, declaró épicamente que planeaba cambiar la legislación estatal sobre la financiación de la educación superior para que “no se base en cuántos culos hay en los pupitres, sino en cuántos de esos culos pueden conseguir trabajo”. Trump, que también huyó de las clases de retórica, tampoco era amigo del librepensamiento y, en consecuencia, promovió los recortes pertinentes en el ámbito de las Humanidades. En su opinión, más artes liberales significa más pensamiento y eso conduce irremisiblemente a una sociedad más democrática y a una mejor distribución de la riqueza. La reflexión y la libertad de opinión rara vez han favorecido a las élites económicas y políticas. Y viceversa, tras un golpe de estado lo primero que se cierran son las aulas de Filosofía.
Otro factor que ha influido ha sido la evolución de la matrícula femenina. A finales de los 70 las mujeres pasaron a constituir la mayoría del alumnado en las universidades americanas y, a inicios del nuevo milenio las mujeres constituían alrededor del 57% de la matrícula. Pero el interés de éstas por las Humanidades ha decrecido drásticamente. Más del 15% se graduaban en la década de 1950 y esta cifra se elevó a más del 20% a fines de la década de 1960, pero a partir de 1972 cayó estrepitosamente, hasta hundirse por debajo del 10% en 1980. Actualmente, algo menos de un 5% de las mujeres se gradúan en Humanidades.
Según Benjamin Schmidt, de la Northeastern University, en 1970 siete de cada diez estudiantes pensaban que era muy importante “desarrollar una filosofía de vida” a través de la educación, mientras que cuatro de cada diez (y cinco de cada diez hombres) daban prioridad a educarse para “hacer dinero”. A mediados de los años 80 estas proporciones se habían invertido. Las humanidades no están de moda. La pregunta es, ¿qué son las ciencias exactas, las distintas ramas de la ingeniería y las matemáticas sin humanismo? ¿Qué tipo de desarrollo tecnológico es posible sin el concurso de las Humanidades? Aún es pronto para anunciar la extinción de las Artes Liberales, pero es preciso sospechar de aquellos que en nombre del pragmatismo presupuestario y la razón de estado se han convertido en voceros de su extinción mientras tiran del elefante rojo. Que la inversión en humanismo genera riqueza y evita guerras es una verdad histórica a la que pocos legisladores quieren prestar atención.