- El papa Francisco pidió humildad a los miembros de la Curia, que forman el Gobierno de la Iglesia católica, y les animó a trabajar juntos y evitar que se creen “divisiones, facciones y enemigos”, durante su tradicional mensaje de felicitación de la fiestas de Navidad. Francisco recordó que esta ocasión suele servir para dar un repaso de los males que aquejan a la jerarquía católica. “Es también para cada uno de nosotros un momento de reflexión y de revisión, para que la luz del Verbo, que se hace carne, nos haga ver cada vez mejor quiénes somos y cuál es nuestra misión”, destacó.
En esta ocasión, el papa destacó que “este tiempo parece haber olvidado la humildad, o haberla relegado a una forma de moralismo, vaciándola de la fuerza desbordante que posee” e indicó a la Curia que “la palabra humildad” es la que más podría ayudarlos. Reunidos en la aula de las Bendiciones, Francisco les puso el ejemplo del Naaman el general enfermo de lepra que aparece en el Antiguo testamento, para indicarles que “cada uno ha de tener la valentía de quitarse la propia armadura, de desprenderse de los ropajes del propio papel, del reconocimiento social, del brillo de la gloria de este mundo, y asumir su misma humildad”.
“Somos todos leprosos. Leprosos en espera de ser curados”, señaló el papa a los prelados, a quienes recordó que “lo contrario de la humildad es la soberbia” y que “sin humildad no podemos encontrar a Dios ni experimentar la salvación”, y que “sin humildad no podemos encontrar al prójimo”.
A los miembros de la Curia les indicó tres palabras clave: participación, comunión y misión para un “estilo de humildad al que hay que aspirar”. Les indicó la necesidad de la “corresponsabilidad” en su trabajo para que “cada uno de nosotros se sintiera partícipe y corresponsable del trabajo, sin limitarse a vivir la experiencia despersonalizadora de llevar a cabo un programa establecido por otra persona”. También les instó a “construir relaciones que vayan más allá del mero trabajo y fortalezcan los vínculos de bien ayudándonos mutuamente”.
“Sin esto, corremos el riesgo de ser sólo extraños que trabajan juntos, rivales que intentan posicionarse mejor o, peor aún, allí donde se crean relaciones, éstas parecerían tomar el aspecto de la complicidad por intereses personales, olvidando la causa común que nos mantiene unidos”, indicó al señalar uno de los problemas de los responsables de la Iglesia.
Porque, advirtió el papa, “la complicidad crea divisiones, facciones y enemigos; la colaboración exige la grandeza de aceptar la propia parcialidad y la apertura al trabajo en equipo, incluso con aquellos que no piensan como nosotros”. Y también les abogó a salir de “la inmanencia y los intereses” pues aleja de la verdadera misión de la Iglesia: “La pasión por los pobres, es decir, por los carentes: aquellos que carecen de algo no sólo en términos materiales, sino también en términos espirituales, emocionales y morales”.