- Un año después de la operación militar de Guerguerat, que rompió un alto el fuego de décadas en el Sahara Occidental, Marruecos ha reforzado su presencia con la instalación de un puesto de control en la llamada zona colchón entre los territorios saharahui y mauritano.
Efe ha podido comprobar in situ los cambios en este paso desde la operación marroquí lanzada el 13 de noviembre de 2020 para expulsar a los militantes del Frente Polisario, que llevaban varias semanas bloqueando la carretera que atraviesa la franja de tierra de nadie -zona colchón- entre las dos fronteras.
Desde ese momento, el Polisario dio por rota la tregua acordada con Marruecos en 1991 y las tensiones entre este último país y Argelia -que acoge a las autoridades independentistas saharauis y sus campos de refugiados- han alcanzado niveles nunca vistos en décadas.
El pasado 9 de noviembre, cuatro días antes del aniversario de los enfrentamientos de Guerguerat, Marruecos autorizó a los viajeros, y no solo a los transportistas profesionales, a cruzar esa frontera, que llevaba meses clausurada como consecuencia de la pandemia.
El paso está formado por dos puestos fronterizos, uno del lado del territorio del Sahara y otro del mauritano, con una franja entre medias de casi cuatro kilómetros de desierto de arena. En el último año, Marruecos ha permitido proyectos urbanísticos para edificar en la parte saharaui un pueblo fronterizo, autorizando la apertura de nuevas gasolineras (existían dos y en el último año se han añadido tres), locales comerciales, agencias de envío de dinero, restaurantes y carnicerías, y hasta una mezquita que está en vías de construcción.
Pero sus movimientos para asentarse en la frontera, considerada ilegal por el Polisario al no figurar entre los pasos reconocidos por la ONU, empezaron hace tiempo.
Tres años antes de la operación militar de noviembre de 2020, Marruecos asfaltó los primeros dos kilómetros y medio de carretera de la “zona colchón”, mientras que el resto, del lado mauritano, todavía es una pista de tierra.
En el último año Marruecos ha extendido su influencia sobre la zona colchón al establecer un puesto de control en el extremo de la carretera donde acaba el asfalto, formado por dos grandes contenedores metálicos. Lo administran agentes de la Gendarmería marroquí, que inspeccionan todos los vehículos con perros policía.
A día de hoy pasar por Guerguerat es como hacerlo por cualquier otro punto fronterizo. Los servicios de seguridad marroquíes registran los equipajes de los viajeros, controlan sus documentos de viaje y ponen el sello de entrada o salida en un ambiente rutinario y fluido.
En los aledaños, en cambio, se percibe mucha presencia militar marroquí y mauritana a los dos lados de la frontera para prevenir infiltraciones de combatientes de Polisario y evitar que pasen por allí emigrantes subsaharianos.
Atravesada la zona de nadie, la frontera de Mauritania cumple con todos los requisitos de control de seguridad y aduaneros. Este país se ha beneficiado de la ayuda marroquí para asfaltar otra carretera que conecta su frontera con la estratégica vía Nuadibu-Nuakchot.
El paso abre a las nueve de la mañana y cierra a las siete de la tarde. Aunque la mayoría de sus usuarios son camiones de mercancías que circulan entre Marruecos y el África subsahariana, también se ven pasajeros de países de la región y hasta algún turista estrenando la apertura a visitantes.
A lo largo de los pocos kilómetros que separan los dos puestos fronterizos opera un minibús, pero sobre todo taxistas mauritanos ilegales que no llegan a entrar en el territorio controlado por Marruecos pero sí lo hacen con comodidad en el de Mauritania.
Los habituales del paso llamaban Kandahar a la zona colchón, comparable a sus ojos al caos que vivía la ciudad afgana bajo los talibanes. Lo resume Ahmed A., un camionero marroquí: “Sufríamos mucho en Kandahar. A veces, para poder pasar, tenías que pagar a delincuentes que nos obligaban a darles 500 dirhams (unos 50 euros)”.