l 3 de noviembre Estados Unidos se juega algo más que unas elecciones. La reelección o no de Trump marcará un antes y un después para la política estadounidense dentro y fuera de sus fronteras. Tras cuatro años de una presidencia impredecible y turbulenta, Trump se encuentra ante un reto mayor que el que superó en 2016 logrando la presidencia. Las encuestas parecen estar en su contra, pero con Trump nunca se sabe. Para un empresario feroz como él, hasta que el show termine todavía hay posibilidades de éxito. Algo que Trump aprendió de sus orígenes familiares.
Originarios de Alemania, sus ancestros ya habían cambiado para 1648 el originario apellido Drump por el de Trump (triunfo). Toda una declaración de intenciones. Fue el abuelo de Donald, Friedrich, el que daría el gran salto desde Alemania para hacerse rico en el país de las oportunidades. Allí comenzó el negocio familiar que llegó hasta su nieto Donald, el negocio inmobiliario, construyendo y regentando restaurantes y hoteles. Alguna de estas propiedades parece que las construyó sobre terrenos que no le pertenecían, envolviendo sus negocios en polémica, algo recurrente también en los negocios de sus descendientes.
Pero sería en 1918 cuando la empresa familiar despegó. Friedrich Trump moría por la gripe española y su viuda decidió invertir lo que dejó Friedrich en una empresa de construcción. La nueva empresa de la viuda Trump era gestionada por su hijo Fred de 17 años, mientras ella firmaba los cheques al no ser su hijo mayor de edad. Fred comenzó con la construcción de viviendas, apartamentos y barracones, para pasar después a los supermercados. Comenzaba el verdadero imperio Trump. A su muerte, Fred legaría una enorme fortuna a sus hijos y, según su hijo Donald, también la manera directa y dura de hacer negocios que lo caracterizaría en sus años posteriores.
Siguiendo el camino marcado por su padre, Donald Trump creó un imperio inmobiliario. Posee casinos, resorts, incluso una aerolínea. Pocos sectores habrá donde Trump no haya invertido. Pero, a la vez, Trump ha buscado desesperadamente los medios de comunicación para convertirse en una figura mediática. Ha participado en películas, peleas de wrestling e incluso ha tenido su propio programa de telerrealidad, El aprendiz, en el cual enseñaba las artes de su estilo empresarial a sus pupilos. Una mezcla de vendedor de coches y telepredicador, con dotes de actor y showman. La marca Trump en estado puro. Pero había un ámbito donde todavía no lo había intentado: la política.
La leyenda dice que la decisión surgió en una cena de corresponsales que dio Obama en 2011 a donde también acudió Trump. En ella Obama utilizó su discurso para vengarse de las afirmaciones de Trump de que no había nacido en EEUU y que por tanto era un presidente ilegítimo. Obama utilizó el sarcasmo y la burla para ridiculizar a Trump en público. La cara de este en el acto no dejaba dudas de que aquello lo enfadó. Pero la realidad es que Trump ya había pensado entrar en la arena política muchos años antes.
Según el libro de David Cay sobre Trump, este hablaba de presentarse a las elecciones desde 1985. En 1988 se propuso como asesor de Bush padre y en 2000 se presentó en la lista de candidatos de un partido alternativo, el Partido de la Reforma. En 2012 volvió a intentarlo, pero no sería hasta 2015 cuando su candidatura tomase fuerza, y lograse ser el candidato del partido republicano. En un principio nadie lo tomó en serio. Un periodista dijo que se comería sus papeles si Trump lograba ser el candidato republicano. Acabó comiéndose los papeles en directo. Parecía la enésima bravuconada para llamar la atención de los medios y hacerse publicidad a sí mismo. Ni siquiera el partido republicano creía que lograría el apoyo para convertirse en su candidato. Pero Trump lo consiguió.
Siguiendo la línea marcada por su asesor Steve Bannon, Trump supo adoptar un mensaje populista de derechas, atacando a la clase política tradicional norteamericana, y logrando aglutinar no solo el voto conservador, sino también el de la denominada derecha alternativa, en la que convergen los distintos grupos de la extrema derecha norteamericana. Pero además, Trump supo encandilar a la masa de trabajadores que habían perdido sus empleos en la gran recesión posterior a 2008. Con su lema de Hacer América grande de nuevo, Trump supo encandilar a aquella américa blanca que había sido expulsada por la crisis del sueño americano y había sido olvidada por las élites políticas de Washington. La estrategia acertó y para sorpresa del mundo entero, e incluso del propio Trump según algunos autores, este se convirtió en el 45ª presidente de Estados Unidos.
Los cuatro años de presidencia resultan difíciles de resumir. Cuatro años de polémicas, conflictos y polarización extrema de la sociedad norteamericana. Su gran baza para la reelección consistía en lograr mejorar las cifras del paro como gran logro de su mandato, satisfaciendo a los votantes blancos parados que habían optado por él en 2016. La llamada Trumpeconomía, que se basaba en los recortes de impuestos, la desregulación y un mayor gasto federal parecía haber logrado crear empleo en el sector servicios. Mientras, la industria sigue resintiéndose por la guerra comercial con China y la incapacidad de lograr acuerdos comerciales internacionales que beneficien a Estados Unidos. Pero era el tercer sector el que lograba mejorar los datos y llevar a la economía norteamericana a números positivos. Y eso era lo que Trump necesitaba para la reelección.
Pero llegó marzo y llegó el coronavirus. Lo que para Trump no era más que un simple resfriado que desaparecería con el calor, se convirtió en una pandemia que ha dejado más de 215.000 muertos en el país. En lo económico, la pandemia propició un récord negativo en la historia de Estados Unidos, propiciando el mayor y más rápido retroceso de la economía norteamericana desde que se comenzaron a publicar datos económicos después de la II Guerra Mundial. Esto unido a la incapacidad del presidente de dar una respuesta sólida a la gestión contra el covid 19, dieron la vuelta a las encuestas. Y si esto no fuera poco, el 25 de mayo George Floyd gritaba No puedo respirar mientras un agente de policía lo ahogaba con su rodilla. Comenzaban las olas de disturbios y protestas contra el racismo por todo EEUU, radicalizando y polarizando aún más a los seguidores y los adversarios políticos de Trump. Biden comenzaba a coger ventaja.
Pero no sólo los sondeos ponen las cosas difíciles a Trump. En los últimos años, la opinión del historiador Allan J. Lichtman ha sido el más fiable indicador de quién vencerá en las elecciones. Lichtman ha acertado el resultado de 8 de las 9 últimas elecciones, utilizando un sistema en el que a través de 13 claves políticas como la situación de la economía a corto y largo plazo, el nivel de conflicto social, el fracaso o éxito en política exterior o el carisma del presidente y de la oposición, es capaz de predecir el ganador. Según su reciente estudio sobre las elecciones, Lichtman cree que Trump será el primer presidente en no lograr la reelección desde George Bush padre. Según Lichtman, hasta marzo las cosas parecían irle bien a Trump para lograr la reelección, pero la gestión de la pandemia y los disturbios raciales han hecho que varias de las 13 claves pasarán de ser favorables a Trump a ir en su contra.
Pintan nubarrones por tanto para Trump. Aunque conociendo su capacidad de dar la sorpresa y dejar asombrado al mundo será difícil hacer una previsión sobre si logrará la reelección o no. Lo único claro es que muchos norteamericanos y el resto del mundo contendrán la respiración este 3 de noviembre hasta saber quién es el ganador. Habrá que ver si Estados Unidos pueden comenzar un nuevo ciclo político logrando dejar atrás la herencia política de Trump, pudiendo hacer frente a los múltiples problemas a los que Trump ha dejado de lado en estos caóticos 4 años. Y también habrá que ver si el orden internacional consigue superar el belicismo y la confrontación continua de la era Trump. Tendremos que esperar hasta el final para ver cómo termina el show. Veremos si el empresario feroz vuelve a lograr el éxito o fracasa. Hasta que aparezca el rótulo de The end no se levanten de sus asientos. Con Trump nunca se sabe…