vitoria - Cómo avanza el proceso de paz en Colombia?

-El proceso de paz se divide en tres etapas: la del conflicto, que fue el final del enfrentamiento armado; la de la transición, que es la etapa de la justicia transicional, y la etapa del postconflicto. Quizás los problemas más graves de la paz están dados por la etapa del postconflicto y la aplicación de uno de los acuerdos: ha habido incumplimientos graves en temas relacionados, por ejemplo, con la sustitución social de cultivos, con la atención de las víctimas y por supuesto con las garantías de vida para los líderes sociales que están en las zonas de violencia, los cuales han sido asesinados alrededor de 500. Es un balance de luces y sombras, pero confiamos en que el proceso pueda seguir adelante.

Por un lado, un grupo de ex combatientes ha decidido retomar las armas y, por otro, 52 ex guerrilleros de las FARC han sido asesinados en el último año. ¿Pueden estos hechos desestabilizar el proceso?

-Han asesinado a más de 120 desmovilizados de las FARC; es un claro inclumplimiento de los acuerdos y de la obligación del Estado de protegerlos. Es verdad que hay por lo menos cinco zonas del país como Catatumbo, Nariño, Chocó, Arauca, en los cuales de alguna manera se está recomponiendo el conflicto armado. También es cierto que hay unas disidencias de las FARC que no entraron a los acuerdos y otras que se han reconstituido, y que en este momento podrían estar de alguna manera volviéndose a vincular al conflicto, pero no debemos olvidar también que hay 11.000 combatientes que dejaron las armas, que de los 40 comandantes de las FARC, 32 todavía se mantienen en el cumplimiento de los acuerdos. Y del otro lado hay 2.000 oficiales, generales y coroneles en las fuerzas armadas que también se han sometido a la justicia de paz. De tal manera que tenemos que mirar no solamente los árboles de los problemas, sino el bosque de la paz.

¿Quiénes son los líderes sociales que están siendo asesinados?

-Esencialmente son defensores de los acuerdos de paz, puntos concretos de los acuerdos de paz. Ahí están quienes están reclamando que les den los apoyos pactados para la sustitución social de cultivos, que no le interesa a los narcotraficantes, porque precisamente es para acabar con los cultivos ilícitos de los cuales viven los narcotraficantes. También están los defensores de los derechos humanos y, especialmente en esta época previa a unas elecciones municipales (se celebrarán el 27 de octubre), que han sido las más sangrientas de toda la historia de Colombia, dirigentes sociales o cívicos que están aspirando a ser elegidos concejales o alcaldes o diputados. También están siendo asesinados los desmovilizados de las FARC, con que, obviamente, hay sectores que están colgando revancha en cabeza de ellos, y repito, el estado tiene que hacer más esfuerzos para protegerlos. Y no se puede quedar solo en ponerle un escolta a cada líder social, sino tiene que cumplir los acuerdos que se hicieron en La Habana para fortalecer la presencia estatal en los municipios donde los están asesinando, en los 280 municipios que dejaron las FARC, es ahí donde el estado se tiene que concentrar, no solamente su presencia militar, sino también su presencia social.

Esta semana ha visitado el Parlamento vasco y ha dicho que “el conflicto armado en el País Vasco, como en Colombia, es una herida cerrada sin cicatrizar. La cicatriz está en la verdad y el perdón”. ¿Cree que es posible?

-Yo espero que sí. En el País Vasco creo que hay un entendimiento más fácil de lo que es la realidad colombiana, porque la gente ha vivido, aunque en una realidad distinta y en un contexto distinto, los efectos de la violencia y la diferencia que hay entre la paz relativa que hay al terminar un conflicto y lo que es volver a una sociedad totalmente reconciliada, proceso para el cual se necesitan importantes dosis de verdad para las víctimas y de perdón para los victimarios.

¿Y cómo avanzan en este punto en Colombia?

-En Colombia, las dimensiones son de unas proporciones gigantescas, estamos hablando de siete millones de víctimas, de las cuales cuatro millones han sido desplazadas, estamos hablando de 100.000 desaparecidos, estamos hablando de más de 3.000 secuestros por año... hemos empezado por la parte más difícil, más dura, que son aquellos hechos de guerra que ocasionaron delitos de lesa humanidad y unos daños de proporciones mayúsculas en términos humanitarios: en el caso de las guerrillas, el episodio de los secuestros, y en el caso de las fuerzas armadas colombianas, el episodio igualmente doloroso de los llamados falsos positivos o ejecuciones extrajudiciales por parte de las fuerzas armadas para sumar bajas positivas en el combate. Se han empezado grandes líneas de investigación y la comisión de la verdad está trabajando también activamente en el tema de la responsabilidad de las partes.

El enfrentamiento verbal entre los presidentes de Colombia y Venezuela es constante. ¿Teme una escalada de la tensión entre ambos países?

-Por supuesto, es un hecho no reciente, sino de larga data, que los actores armados colombianos de la derecha, de la izquierda, tenían una especie de convivencia binacional, hasta el punto de que podríamos hablar de las FARC como una guerrilla binacional que se movía indistintamente en Venezuela y en Colombia. De la misma manera, los sectores paramilitares también compartieron una frontera porosa de más de 2.000 kilómetros. Pero lo que sí es una realidad nueva son las actitudes a mi juicio temerarias de los dos presidentes alrededor de la militarización de la frontera, de la estigmatización diplomática, son actos desafiantes que pueden, eventualmente, llevar a una guerra o a un enfrentamiento armado. Las guerras muchas veces no se sabe cómo comienzan y cuándo terminan.

La situación en Venezuela está enquistada. ¿Todavía es posible el diálogo?

-Lo positivo de esta situación, que no es fácil, es que ha venido perdiendo fuerza una salida de carácter militar como se estaba proponiendo por parte del equipo de halcones del presidente Trump con el apoyo de una buena parte de los países sudamericanos que estaban en contra de Venezuela. Lo que queda entonces es una salida negociada en la cual hoy día están comprometidos actores muy importantes a nivel internacional como la ONU, la UE, algunos países sudamericanos. Creo que ya se está viendo un consenso sobre una salida dialogada que a mi juicio debería tener dos ingredientes básicos: el primero, unas elecciones generales anticipadas para todo el mundo, en las cuales debería poder participar el partido de gobierno, y la segunda, el fin de las sanciones económicas al país que están perjudicando a los miles de venezolanos que ya están viviendo una situación de crisis humanitaria.

¿El candidato del gobierno sería Nicolás Maduro?

-Uno no puede fijar unas reglas democráticas con unas cláusulas antidemocráticas. Serían, obviamente, unas elecciones abiertas, con plenas garantías, con un consejo nacional electoral renovado, que sirva de árbitro. Creo que sería lo único que podría devolverle la credibilidad a la institucionalidad democrática en Venezuela.