BILBAO - Eterno narrador de historias, Xavier Aldekoa (Barcelona, 1981) es un amante de las maletas improvisadas. Siente especial predilección por África y sus gentes, donde ejerce de corresponsal freelance. Bajo el título Conflictos africanos silenciados, profundiza en su manera de entender este continente silenciado -“que no olvidado”- dentro del Ciclo de Periodismo Internacional.

África. Un continente de paradojas. ¿Cuál es la que más le llama la atención?

-Quizá que es un continente muy diverso. Desde la primera vez que lo pisas te das cuenta de que esa visión que tenemos de un continente con malas o muy malas cosas se queda muy corta. Una diversidad que va más allá de los 54 países -55 si contamos el Sahara-, ya que dentro de cada frontera hay muchísimas diversidades. África es demasiado grande como para reducirlo a un niño hambriento, a un niño soldado o a un niño feliz porque le ha llegado la ayuda humanitaria. Sería demasiado pobre.

También es bastante más que conflictos.

-Por supuesto. Se trata de un continente en continuo cambio, movimiento y evolución. De hecho, es probablemente el que más está evolucionando en el mundo, dado que cuenta con la población más joven. Las generaciones son más cortas -hay países donde la media de edad son 15 años- y eso significa, entre otras cosas, que los cambios se producen más rápido

¿Qué cambios está observando en los últimos años?

-Miles. A nivel de educación, aunque pueda parecer mentira, cada vez es más fácil que un niño acabe la secundaria a que pase hambre. Siguen ocurriendo muchas cosas horribles, pero también otras buenas. Destacaría un despertar democrático. Cada vez hay más gente que pide unos derechos similares a los que gozamos en Occidente. Y todo ello sin olvidarnos del acceso a lo digital, a los móviles, al ciberactivimos, a la energía solar, infraestructuras, nuevos negocios, etc. No es un tema de optimismo, es una constatación de lo que observo.

¿Considera que África es el continente más inocente del mundo?

-Creo que no. También hay que rendir cuentas a los africanos. Europa y los países árabes hemos abusado durante siglos de un expolio continuo de África que aún podríamos decir que, en menor medida, sigue vigente, pero no creo que sea aconsejable irse al otro lado de la balanza. En África hay gobernantes que han llevado a cabo las mismas tácticas de expolio que los Estados occidentales. La inocencia es una palabra demasiado grande para hablar de un territorio.

En sus cursos habla de los conflictos africanos silenciados. ¿Hay alguno que no lo esté?

-Hay algunas cuestiones que saltan a los medios. Por ejemplo, cuando ocurrió la muerte de Nelson Mandela recibí muchos encargos. Pero por esas fechas también estuve en la República Centroafricana y pese a las masacres no hubo ningún interés por los medios occidentales. La que se centra en África es una atención, cuando la es, poco continuada y que tiene repuntes.

¿Actualmente cuáles son los conflictos que se encuentran en activo?

-Por un parte estaría el conflicto alrededor del Lago Chad. También el de la República Democrática del Congo y Sudán del Sur. Son conflictos que no acaban de salir. Pero hay más, como en República Centroafricana, Somalia, la zona de Darfur de Sudán, norte de Mali... Y sin contar aquellos conflictos que no son guerras abiertas, pero sí dictaduras y países donde la tortura está a la orden del día.

¿Cree que hay algún denominador común que alimente estos enfrentamientos?

-Que muere gente, aunque eso pasa en todos los conflictos. Son muy diferentes, pero tal vez todos sean baratos, porque se lucha con armas de segunda mano. Donde el yihadismo está avanzando, en cambio, estaría más la táctica del terror y que someten a la población mediante el miedo.

¿Europa y sus intereses están detrás de algunos de ellos?

-Hay que ser cuidadoso y realista. La responsabilidad de Europa es indiscutible; como en el Congo, que fue una situación de abuso y expolio porque es mejor para los negocios que mande un dictador que un revolucionario. Pero no creo que sea una conspiración, sino un sistema corrupto y podrido al que se añaden los africanos porque hay mucho dinero en juego. Y así podría decirte en cada uno de los conflictos, como la presencia de Francia para alentar o parar revoluciones según sus intereses, etc. Al final, ves que hay unos intereses y que cada uno juega sus cartas en el continente. Declarar que los europeos están detrás estos conflictos es mucho decir. Si así lo creyésemos terminamos matando moscas a perdigonazos y no creo que sea nuestro trabajo como profesionales de la información.

¿Opina que la división geográfica que se pactó en su día sigue alimentando dichos conflictos?

-Así es. Aunque aparte de hacer unas líneas y distribuirse el continente, en 1985 lo que se hace es diferenciar dónde iba establecer cada país europeo una base para realizar negocios. Eso se hace sin tener como prioridad ninguna a las tribus del continente, pero algunos conflictos vienen de más allá. Como Sudán, donde por la prisa de que no se creara un súper Egipto o que Libia se quedara con todo Sudán, se crea un Sudán muy grande donde se mete el norte, que es árabe, con el sur, que es negro, animista y cristiano. Pero esas diferencias de gobierno, de tipo de vida, van de muchísimo más atrás. Por ejemplo, en la época del gran Imperio Egipcio, sudanés y esclavo eran sinónimos. Por tanto, no lo inventaron los europeos. Lo que pasa es que cuando llegan primeros los otomanos y luego los británicos mantuvieron este sistema injusto porque les venía bien. Es decir, no niego la responsabilidad que tiene Europa en todo esto, pero la historia es mucho más compleja que poner la etiqueta de malos y buenos.

Haciendo autocrítica desde los medios de comunicación, comentaba que dan información escasa y poco continuada. ¿A qué cree que se debe esta escasez informativa?

-Cada vez hay más ventanas informativas y esto va ligado a que hay periodistas en el terreno. También es una cuestión de impacto: si no hay una imagen potente, no suelen salir los temas. Y por supuesto, no nos podemos olvidar de la influencia: lo que no influye en Occidente sale menos, porque a día de hoy la influencia es más relevante para los medios que la importancia. Esto hace que África tenga menos cartas para saltar a la agenda mediática.

¿Qué cree que haría falta para dar una vuelta a esta situación?

-No hay ninguna varita mágica. La única forma creo que es la educación. Si el continente es cada vez más educado y tiene más cultura empezarán a demandar cambios, como que se cumplan los Derechos Humanos. En Europa fue así: no salimos de la oscuridad de la Inquisición por arte de magia, sino poco a poco, por las revoluciones. Probablemente algunos territorios lo conseguirán y otros se quedarán un poco por detrás. Pero ese es el camino.